En la penumbra de un callejón oscuro, el frío del suelo se adhirió a la piel de Dará, un recordatorio cruel de lo frágil que era su existencia. Su corazón latía con fuerza, un tambor descontrolado que resonaba en su pecho mientras la desesperación la envolvía. Con apenas diecisiete años, había vivido más de lo que muchos en su edad podrían imaginar, pero la crueldad del mundo la había dejado marcada, inocente en su esencia, a pesar de las cicatrices. La traición había llegado de la mano de un hombre en quien había confiado, un tipo de la mafia que había prometido protegerla, solo para convertirla en un sacrificio.
Dará se encontraba arrodillada, el aliento entrecortado y los ojos llenos de lágrimas que se negaban a caer. La sombra del mafioso se cernía sobre ella, y en sus manos, la invocación del demonio de los zombies parecía cobrar vida, una promesa de muerte inminente. El miedo la envolvía, un frío gélido que se apoderaba de su ser. No quería morir. La idea de que su vida, llena de sueños y esperanzas, se extinguiera en un instante, era insoportable.
-¿Tienes algo que decir, pequeña? -susurró el mafioso, su voz resonando con una mezcla de burla y desprecio. Dará sintió que todo se oscurecía a su alrededor, la sombra del fin acercándose con cada segundo que pasaba.
Pero entonces, un sonido inesperado interrumpió el momento, pasos firmes que resonaban en la escalera de entrada. Dará levantó la vista, su corazón latiendo con un atisbo de esperanza. Un hombre apareció en la entrada, su figura elevada y elegante, un contraste absoluto con la brutalidad que la rodeaba. Vestía un traje pulcro color crema, que brillaba con un esplendor casi irreal en medio de la oscuridad. Sus lentes ocultaban su mirada, pero Dará podía sentir la intensidad de su presencia. Cada paso que daba era una declaración de poder y elegancia, un caballero que descendía de su mundo para confrontar el horror que la amenazaba.
-¿Te atreves a tocar a una niña? -preguntó, su voz resonando con una autoridad que dejaba claro que no había lugar para el miedo en su mente. Dará, atónita, observó cómo este extraño, este misterioso Tn, se acercaba, su porte desafiando la fatalidad que la rodeaba. La escena se llenó de una tensión electrizante; la esperanza florecía en el corazón de Dará, mientras sus ojos se aferraban a la figura del hombre que había llegado a rescatarla.
Tn caminó hacia adelante con una calma casi inquietante, su mente operando en un nivel de serenidad que desafiaba la situación caótica que lo rodeaba. Los mafiosos, aturdidos por su audaz entrada, se burlaban entre ellos, creyendo que su apariencia pulcra y su traje color crema eran meras artimañas de un oficinista que había decidido jugar a ser héroe. Pero Tn no prestó atención a sus palabras; su enfoque estaba en Dará, en la joven que yacía en el suelo, vulnerable y asustada, con un pequeño demonio llamado Pochita acurrucado a su lado, herido y temblando.
Con cada paso que daba, el aire parecía cambiar, una tensión palpable llenaba el espacio, y la risa de los mafiosos se desvanecía lentamente. Tn se agachó a la altura de Dará, sus ojos ocultos tras las lentes, pero la suavidad de su voz llegó como un bálsamo en medio del dolor.
-No te preocupes, todo estará bien -dijo, mientras con movimientos precisos se quitaba la corbata. La tela se convirtió en un torniquete improvisado, un gesto práctico que hablaba más de su naturaleza que de una compasión tierno. Era un hombre que veía a una niña herida y quería calmarla, no con palabras dulces, sino con una firmeza que irradiaba confianza.
Dará lo miraba, sus ojos llenos de temor y confusión, mientras él envolvía su herida con la corbata, asegurándose de que estuviera lo más cómoda posible. Su presencia era un faro en medio de la tormenta, y aunque sus palabras carecían de dulzura, había una fuerza tranquilizadora en su voz que resonaba en el corazón de la joven.
Tn se enderezó, su mirada ahora fija en los mafiosos que todavía se reían, sin comprender la gravedad de la situación. Con un tono seco, casi burlón, les advirtió:
-No deberían confiar en un demonio.
Las risas se apagaron, un silencio incómodo se hizo presente mientras los mafiosos intentaban descifrar el significado de sus palabras. Tn se detuvo un momento, observando cómo la invocación del demonio de los zombies comenzaba a tomar forma, una grotesca manifestación de la muerte y la desesperación. La confusión se dibujó en los rostros de los hombres, y Tn sonrió, un gesto frío y calculador.
-Cuando menos lo esperen... -murmuró, dejando que la anticipación se acumulase en el aire.
Y así fue. El demonio, liberado de las cadenas de la invocación, se lanzó hacia los mafiosos con una brutalidad que heló la sangre. Gritos de terror resonaron mientras la criatura se desataba entre ellos, y Tn simplemente observaba, su postura erguida y firme, esperando el momento en que el demonio culminara su obra. Sabía que, al final, cada uno de ellos pagaría el precio por su arrogancia, y cuando el caos se disipara, él estaría ahí, listo para terminar lo que había comenzado.
Dará estaba paralizada, sus ojos abiertos de par en par mientras el caos se desataba a su alrededor. El demonio de los zombies, una abominación grotesca que parecía alimentarse del miedo, se lanzaba sobre los mafiosos con una voracidad que helaba la sangre. Cada grito desgarrador resonaba en sus oídos, cada alarido de terror se convertía en una sinfonía macabra que la envolvía en un manto de horror.
Ella, en su inocencia, no podía comprender del todo la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Solo veía cómo esos hombres, que habían sido sus captores, se convertían en lo que más temían. Era una danza de muerte, y Dará se sentía atrapada en el centro de ella, el pánico apretando su pecho con cada ataque del demonio, cada desgarrón que hacía a los mafiosos caer uno tras otro, transformándolos en seres sin alma.
Mientras tanto, Tn permanecía a su lado, observando con una calma casi inquietante. Su figura, tan elegante y serena, contrastaba brutalmente con la escena de carnicería que se desarrollaba ante ellos. Era como si estuviera en un mundo aparte, una especie de espectador del horror, su mirada fija en el desenlace inevitable de la situación.
Finalmente, cuando el último de los mafiosos fue abatido y el demonio comenzó a abalanzarse sobre ellos, Dará sintió cómo su corazón se detenía por un instante. Cerró los ojos, preparándose para lo peor, para el final que había temido desde el principio. Las imágenes de su vida, de sus sueños, de todo lo que podía haber sido, comenzaron a desvanecerse.
Pero en el momento más oscuro, un sonido cortante rompió el aire, un destello que la hizo abrir los ojos de nuevo. Ante ella, Tn se había movido con una velocidad y precisión que desafiaban la lógica, su figura ahora revelando una similitud inquietante. Con su arma en mano, un artefacto que emanaba una aura de poder, se había lanzado hacia el demonio con una seriedad feroz.
La habilidad de Tn para encontrar el punto ciego del demonio se activó, su mente enfocándose en el movimiento del monstruo. Con un solo movimiento, partió al demonio de los zombies por la mitad, la sangre negra brotando en un arco espeluznante. Dará quedó atónita, sus ojos fijos en Tn mientras este se acomodaba sus lentes, una acción tan casual en medio de la carnicería que parecía casi surrealista.
-¿Estás bien? -preguntó Tn, su voz serena y controlada, como si lo que acababa de hacer no fuera nada extraordinario. Dará, aún temblando, pudo sentir una chispa de esperanza en su interior. La brutalidad del momento había sido contrarrestada por la presencia de Tn, un caballero que había llegado no solo a salvarla, sino a demostrar que incluso en la oscuridad más profunda, la luz podía brillar con fuerza. Sin embargo, el eco de los gritos y el horror permanecían, recordándole que la batalla aún no había terminado y que el mundo que conocía había cambiado para siempre.
CONTINUARÁ.