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Ese día, el uniforme del Duque estaba mostrando más piel de lo usual

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Ese día, el uniforme del Duque estaba mostrando más piel de lo usual.

Su camisa negra estaba ligeramente más abierta en la zona superior, dejando expuesta una buena parte de su pecho, el cual, resultaba ser muy llamativo.

Nadie mencionó nada dada la obviedad del asunto. Neuvillette no sabía decir si aquello había sido un accidente del cual el Duque aún no se percataba o si había sido a propósito, pero le estaba distrayendo demasiado.

Cuando el Duque hablaba, su atención se desviaba de sus ojos hasta su boca, y de su boca hasta la parte expuesta de su pecho. Esperaba que no se diera cuenta de lo que realmente estaba mirando, y si en todo caso terminaba siendo más evidente de lo que le hubiese gustado, al menos deseaba que no le tomara importancia.

Tuvo que pedirle que repitiera sus palabras varias veces al perderse constantemente en esa exquisita vista. Gozaba de la suerte de que el Duque sea lo suficientemente tolerante como para que no le importase el hecho de que no le prestara atención.

Las manecillas del gran reloj que había en su oficina se movían tan lentamente que estar encerrado en una habitación con el atractivo pecho del Duque dejó de ser un paraíso y se convirtió en una tortura. Quería callar al Alcaide y quitarle el uniforme, tocar sus pectorales y si era posible, saborearlos.

Tragó duro la saliva acumulada en su boca, y una vez más enfocó su vista a los ojos azules pálidos del Duque, quien seguía hablando alegremente sobre alguna anécdota del Fuerte Merópide que, honestamente, no podía importarle menos en ese instante.

Su mente se resumía en un caos inusualmente ruidoso y cachondo. Se prometió en silencio revisar la ventilación de su oficina puesto que de la nada había empezado a sentir demasiado calor.
Se removió incómodo en su asiento, notando entonces lo apretado que se había puesto su pantalón.

Juraba que hace minutos estaba perfectamente bien.

— Monsieur.

Su atención se dirigió de nuevo al Duque, ignorando el bochorno creciente que había invadido su cuerpo. Su vista viajó del pecho ajeno a los ojos y trató de recordar las últimas palabras que se le fueron dichas y a las cuales no prestó importancia.

¿Qué acaso hace rato no estaba mirando los ojos del Duque? ¿En qué momento se había vuelto a hipnotizar en su pecho? O mejor dicho, ¿en qué momento había bajado la mirada?

— Monsieur, ¿se encuentra bien? Su rostro está muy colorado.

Neuvillette parpadeó un par de veces.
Se llevó una mano a la cara con vergüenza, queriéndo ocultarse.

— Estoy bien.

Vaya mentira más evidentemente falsa. El Duque no se veía del todo convencido por la respuesta que se le fué dada. Tuvo el atrevimiento de apoyarse en el escritorio, acercarse significativamente al Juez y..

Asegurarse de que no tenga fiebre.

Neuvillette se quedó absolutamente quieto.

Por su mente pasaron infinitos escenarios en menos de un segundo y ninguno de ellos se podría considerar "normal" o "razonable", o incluso siquiera posible. Especialmente con las ásperas e inesperadamente frías manos del Duque paseándose por su rostro de la forma más delicada y suave posible, para confirmar si tenía fiebre.

El Duque estaba apoyado en el escritorio y aquello daba una vista de lo más sugestiva con respecto a su pecho descubierto.

— No parece estar enfermo.

Neuvillette, con sus pocos sentidos, negó levemente. No podía mirar otra cosa que no fuera el pecho de su colega y realmente le estaba costando mucho no actuar según sus impulsos. Se quitó los guantes de las manos discretamente.

Quería una excusa para tocar y sentir la piel expuesta del Duque, y así lo hizo. Con una mano dió un empujoncito al pecho ajeno, apartando a su colega que seguía estando bastante cerca de su rostro. Cuando alejó su mano, tembloroso, se mordió la lengua con bastante fuerza para retener una sonrisa.

— Estoy bien. Insisto.

El Duque cayó en su asiento tras ser apartado por el Juez. Notó que el sonrojo en el rostro albino se había intensificado, pero al escuchar su respuesta se limitó a guardar silencio al respecto. Resignado, suspiró y aceptó la decisión del Juez.

No pasaron más de diez minutos para que el Duque vuelva a hablar. Aunque se le veía consternado de cierta manera, seguía parloteando, más tranquilo a comparación de hace rato. Neuvillette, por otro lado, sentía que si no se libraba de sus ropajes moriría de calor ahí mismo.

 Neuvillette, por otro lado, sentía que si no se libraba de sus ropajes moriría de calor ahí mismo

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| 𝘓𝘪𝘦𝘯, 𝘴𝘦𝘹𝘦 𝘦𝘵 𝘴𝘶𝘦𝘶𝘳 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora