Capítulo 6.

248 27 0
                                    

Aquellos ojos azules de la Griffin menor comenzaron a abrirse, cuando fue consciente de su entorno, se dió cuenta que se encontraba en un calabozo, las pocas antorchas no alumbraban casi nada del lugar, aunque se imaginaba que no era algo bonito, incluso sentía que el frío le calaba los huesos.

Se levantó apegando sus manos a las paredes que tenían una consistencia rocosa, caminaba tanteando en la oscuridad con la intención de encontrar alguna ventana o algo que le dé indicios del lugar en el que se encontraba, pero no encontró nada, todo era oscuridad y un hedor a tierra humeda muy fuerte.

A su mente llegaron los últimos momentos de lucidez que tuvo antes de caer inconsciente, una mujer había dicho algo de su "Heda". Tal vez la habían llevado a donde residía ese vampiro, sus esperanzas estaban puestas en que esa mujer mencionó la palabra Heda.

Ni siquiera tenía el bolso con sus cosas, probablemente lo había perdido debido al enfrentamiento que tuvo con el vampiro.

El Vampiro.

Su mente cayó en cuenta de que había matado a alguien. Por primera vez había sido capaz de arrancarle la vida a alguien, incluso vió como el destello de vida en sus ojos desaparecía. 

Un gran cargo de conciencia comenzó a pesar sobre la pequeña vampira, nunca había pensando en que matar a alguien le iba a dar esa sensación de ¿satisfacción?
No era aquella satisfacción con placer, sino era una satisfacción por haber matado a alguien que de verdad se lo merecía.

¿Cómo estará la mujer a la que salvó?

Esa duda inundó su cabeza, aunque estuvo a punto de ir tras ella para matarla, tuvo la suerte de que alguien la detuviera antes de que esa acción de la que seguramente iba a arrepentirse ocurriera.

Mientras su mente recordaba lo que había ocurrido antes, se escuchó con claridad como una puerta fue abierta llamando por completo su atención, así que se acercó a los barrotes esperando ver a quien sea. Los pasos retumbaron fuertemente en el suelo hasta que por fin una silueta se presentó frente a Alice, si bien no podía ver a la perfección por la oscuridad, lograba distinguir a una mujer de tez negra, cabello corto y una cicatriz muy marcada en su rostro. 

La mirada de aquella mujer la escudriñó por varios segundos, segundos en los que la ojiazul le mantuvo la mirada desafiante, aunque era ella la prisionera y posible amenaza para ellos, no iba a dejarse ver como una debilucha. Otros dos vampiros la acompañaban, pero estos no se veían tan temibles como esa mujer, es más, se veían bastante nerviosos.

Después de lo que pareció una eternidad, la mujer pronunció unas palabras muy fluidas en su idioma, tanto que ni siquiera logró buscar algunos términos que le fuesen familiar. Los vampiros nerviosos asintieron, se acercaron a los barrotes abriéndolos en un movimiento.

— No me toquen — dijo la castaña al ver que querían tomarla de los brazos — ¡aléjense de mi! — se levantó de inmediato intentando golpear a esos chupasangres, lo cual fue completamente inútil, solo hizo que la tomaran con mucha más fuerza impidiendo que se mueva aunque sea un poco.

La arrastraron literalmente por los pasillos de esos calabozos mientras que la muchacha buscaba con su mirada algún pasadizo para escapar, cosa que no encontró, es más, le llamó mucho la atención cuando comenzaron a subir muchas escaleras. La puerta de salida fue abierta y una brillante luz atacó sus ojos dejándola ciega por unos segundos hasta que logró acostumbrar su vista al resplandor.

Estaban en un pasillo, pero no era cualquier pasillo, todo el lugar estaba llenó de materiales dignos de la realeza, miró levemente hacia atrás y lo supo, el lugar en donde había estado era bajo tierra, por eso el frío y la oscuridad abundaban.

Una Rosa con Espinas | CLEXADonde viven las historias. Descúbrelo ahora