Un Sergio muy exitoso llega a Mónaco con la idea de trabajar allí por un corto tiempo, pero todo cambia cuando conoce a Max, quien en el primer encuentro cambia todos sus planes.
Max miraba desesperadamente a su alrededor, buscando algo, una respuesta que lo salvara.
Esto es un jodido desastre.
Volvió a leer en su celular, enojado consigo mismo y con el dueño de ese maldito blog.
¡Esta receta es una mierda! Pensó, pasando sus manos por su rostro.
— ¡Amor, estoy en casa!
Joder, ¿ya es tan tarde?
— ¡¿Max?!
— ¡En la cocina!— Respondió mientras escondía su desastre en el horno, cerrándolo justo cuando Sergio entraba a la habitación.— ¡Hola!— Actuó lo más inocente que pudo. Olvidando que la cocina también estaba toda desordenada.
— Cariño, ¿Qué es todo esto?— Preguntó Sergio, señalando tazas, cucharas, harina y cáscaras de huevo.
Suspiró, derrotado. Se suponía que no se enteraría hasta la medianoche cuando todo estuviera listo.
— Intenté hornearte unos cupcakes para tu cumpleaños pero la receta es una mierda. ¡Dice que se supone que es fácil pero no lo es!
Su novio se acercó y le besó la nariz.
— Tenías harina en la nariz.
— Debería haber comprado algo.
— No, me encanta.
— Ni siquiera los has visto. Los vas a odiar.— Dijo poniendo los ojos en blanco.
— Me encantarán porque tú los hiciste. Déjame ver.— Max se mordió el labio, considerándolo.— ¿Por favor? Son por mi cumpleaños
— Sólo por eso.— Contestó y le mostró lo que había hecho. Se suponía que eran 6 cupcakes, pero una vez que estuvieron dentro del horno se derramó todo y parecía pan normal. Dio un grito ahogado cuando Sergio tomó un trozo y se lo comió.— ¡No!
— Amor, ¡tranquilo! ¡Estoy vivo, y saben bien!
— ¿En serio? ¿No lo dices solo para hacerme sentir mejor?
— De verdad amor, probablemente echaste más mezcla de la que debías pero están buenos.
— Igual es horrible.— Dijo Max con el ceño fruncido.
