único

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Valentín se maldecía y golpeaba mentalmente al haber decidido salir caminando esa noche, aunque en su defensa el cielo estaba estrellado y el viento fresquito no pintaba mal al momento de abandonar su hogar.

La lluvía caía torrencialmente, empapando completamente a ambos jóvenes, aumentando el odio a sí mismo por no revisar el pronóstico al salir y, así, por lo menos, haber llevado un paraguas.

Pero todo mal pensamiento sobre sí mismo se esfumó al instante de oír, lo que él cree, el sonido más maravilloso y hermoso del mundo. Ese sonido que al escucharlo le mejora el día a cualquiera o, en su caso, la noche. La risa de Máximo se oyó por sobre los truenos, iluminando la noche mucho más que los relámpagos. Esa risa demostraba lo divertido que le era al más bajo correr, casi que a oscuras, por las veredas del barrio, salpicandose agua entre ellos con sus fuertes zancadas y luchando contra el viento en dirección contraria.

El agarre de sus manos se afianzaba con cada cuadra. A pesar de estar totalmente mojados por la lluvia y helados por el viento que pasó de ser fresquito y, que ahora era completamente frío, las mejillas de Valentín ardían por el contacto que mantenía con su amigo. Agradeció internamente que casi todos los focos de los postes de luz estén rotos, sino la risa de Máximo pasaría a convertirse en una risa burlesca hacia su persona.

Algo que tal vez no le molestaría si supiera que Perrone se encontraba igual o, incluso, peor que él.







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El contraste del frío del exterior con lo cálido del interior de la casa de Valentín, les provocó escalofríos a ambos al segundo de cruzar la puerta principal.

Gomez le indicó a Máximo que lo espere allí en la entrada, buscaría toallas para ambos y ropa para que el más chico se pueda cambiar. Volvió junto a él con dicho toallón y un conjunto de ropa, una remera blanca lisa y un short del club favorito de ambos: Velez.

Maxi rió tímido al recordar que, ese mismo conjunto, lo utilizó días atrás, cuando durmieron juntos por primera vez. Valentín no pasó esto por alto, ya que cuando él eligió las prendas, recordó exactamente lo mismo.

- ¿Querés un café? - preguntó el oji claro con suavidad, caminando hacía la cocina, arrastrando a Máximo con él, entrelazando sus manos.

- Si, dale. Te ayudo si querés.

- No, no, no. - Contestó rápidamente Valentín, girando en su lugar y posando sus manos en la delgada cintura de Perrone. - Vos te sentás ahí y te relajas, yo me encargo.

Le guiñó un ojo al castaño y se encaminó a la mesada, enfocado en preparar las dos tazas de café.

Máximo le hizo caso y se sentó en un banquito, alrededor de la mesa que estaba ubicada en el medio de la cocina. Allí tenía una vista perfecta de la espalda de Gomez y de su perfil. Notaba con claridad su rostro de concentración. Su vista se dedicó a repasar el cuerpo del morocho, su bien trabajada espalda, al igual que su retaguardia, la cual envidiaba, pero nunca confesaría en voz alta, su...¿abdomen?

- Mis ojos están arriba, Max.

Perrone se sobresaltó en su lugar, estaba tan perdido en sus pensamientos que no se percató cuando Valentín se dio la vuelta.

- Perdón. - Susurró, casi que inaudible para Valentín, pero lo escuchó. Acompañó su lamento bajando su cabeza, completamente avergonzado por haber sido descubierto.

- Na, te estoy jodiendo - dijo entre risas Valentín.

Se acercó hacia él y levantó su cabeza, conectando sus miradas. Las manos que acunan su rostro, acariciaban sus mejillas con sus pulgares. Gomez acercó sus rostros, a tal punto que sus labios se rozaban y sus respiraciones se mezclaban.

- No me molesta, me gusta que me mires así, me haces sentir... - dudó en hacer esa confesión, pero no podía tirarse para atrás, ya había hablado. - deseado.

Sin romper el contacto visual, Máximo contestó, su voz nuevamente en un susurro, solamente para que Valentín lo escuche, a pesar de que nadie más estaba con ellos.

- Lo sos, por mi lo sos.

En ambos rostros florecieron sonrisas de labios cerrados, junto a un brillo en sus ojos, un brillo que solo la presencia del otro provoca.

Sus labios se unieron y comenzaron una danza, lenta, delicada, llena de confesiones de amor que no alcanzaban con palabras, ni siquiera con los toques de Máximo en la nuca de Valentín para intensificar el beso, ni el agarre del ojiclaro en su cintura para acercar más sus cuerpos.

El sonido del microondas finalizado los volvió a la realidad, separándolos casi que obligadamente. Ambos sintieron un vacío al alejarse del otro.







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Luego de que sus cuerpos levanten la temperatura gracias al café que Valentín preparó, los jóvenes decidieron acurrucarse en el sofá que decora el living de la casa de Gomez, para poder mantener la calidez de sus cuerpos.

El más alto se sentó contra el apoyabrazos, siendo su pecho el resguardo de Máximo. Los brazos de Valentín rodearon el cuerpo del castaño y hundió su rostro en el cuello de Perrone.

Se encontraban en pleno silencio y plena oscuridad, todo lo contrario al clima de afuera, con los truenos y las gotas de la lluvia retumbando por toda la ciudad e iluminándola.

Máximo cerró sus ojos y se relajó en los brazos de su chico, disfrutando de la paz que estar con él le transmite, disfrutando de los suaves toques que el mayor le propicia, con las caricias de sus dedos y la delicadeza de sus labios en su cuello.

- Otra luna nueva y yo te quiero - soltó Valentín de repente, provocando confusión en Máximo. - Mucho más que tres lunas atrás.

>> Te quiero mucho más de lo puedo, te quiero aunque decirlo está de más.

- Yo te quiero. - acotó Perrone, sintiendo al instante la sonrisa de Valentín, ya que este tenía aún sus labios pegados a su piel.

- Yo fui tipo duro como acero - se adelantó Valentín en la canción. - De esos que se guardan la emoción.

Eso es lo que hacía Máximo en ese momento, se guardaba las ganas de gritar a los cuatro vientos lo loco que lo estaba volviendo Valentín. A pesar de estar hace varias semanas en algo, aún no caía en que alguien lo tratara de esa manera, que sea tan atento con él, que lo cuide tanto y, nada más ni nada menos, le dedique ese gran tema de Ricardo Arjona. Su mamá estaría orgullosa de ver lo que logró.

- "Yo primero muerto que un te quiero" decía antes de...cantarte esta canción. - Máximo no se aguantó la risa al notar el cambio de la letra en la canción.

Y ahí estaba otra vez ese sonido. El sonido que ponía patas pa'rriba el mundo de Valentín, el sonido que le provocaba mariposas en su estómago, a pesar de oirlo hace ya mucho tiempo. Cada vez que lo escuchaba, Valentín rogaba irse a dormir y despertarse oyendolo y, si era su último día de vida, deseaba que eso sea lo último que escuche, porque no cabría dudas que moriría siendo el hombre más feliz del mundo.

- Pensé que era importante que supieras - cantaron al unísono, con sus miradas conectadas, al igual que sus labios. - que te quiero y nada más.

El beso que se dieron a continuación se sintió como si millones de fuegos artificiales explotaran a la vez. Varias sonrisas interrumpieron ese tacto delicado y lleno de amor. También la frase te quiero la repitieron infinitas veces sobre los labios del otro, porque era la primera vez que se confesaban ese sentimiento, el cual desde el primer beso supieron que estaba ahí, que era mutuo, y el cual agradecen haberlo sacado a la luz en ese momento tan íntimo e imborrable.

Te Quiero [Perrone x Gómez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora