Dreiundzwanzig

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La auténtica ira de un hombre lastimado.




Jeon JungKook.

No pasó mucho tiempo para que YoonGi despertara de su breve letargo. Sus profundas ojeras delataban las noches de insomnio que había sufrido debido a las sustancias que le obligaron a consumir.

— ¿Cómo te encuentras? —inquirí, observando su rostro atónito.

— No era mi intención perturbarle, Señor —aferrándose a la sábana blanca en la que venía envuelto, se apartó de mí y antes de que pudiera abandonar la habitación, lo detuve agarrándolo del brazo—. L-le juro que no sabía q-que usted...

—He encargado ropa para ti —señalé con distinción el montón de uniformes que reposaban sobre el suave colchón. Extraje la llave de la habitación de mi bolsillo y la coloqué delicadamente en su mano—. Permíteme darte un consejo, YoonGi —le observé con detenimiento por unos segundos y proseguí con voz serena—, evita visitar esta noche la celda de Gong Yoo.

— No tengo ningún lugar a donde ir —murmuró él mientras yo, con altivez, rodaba los ojos.

— Puedes pasar la noche conmigo, pero te ruego que encuentres una solución pronto —me adentré con porte hasta la salida y, antes de abandonar el cálido refugio, añadí con un tono de autoridad—. Cierra la puerta con llave, los guardias estarán esperándote para escoltarte hasta la celda.

— Señor...

Permaneció en un solemne mutismo, temeroso de pronunciar alguna palabra inapropiada que desatara mi ira. Comprendí que buscaba las frases precisas para expresar su gratitud por mis atenciones. Con tal motivo, prodigué una sutil sonrisa y partí en busca del viejo Gong.

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Lee me recibió con una sonrisa que resaltaba en todas sus facciones. Le aparté con determinación de mi camino, cuidando de que no se involucrara en asuntos que no le correspondían. La celda de Gong se encontraba desocupada, pero los billetes y monedas que sin duda conseguía al vender a YoonGi, se esparcían por doquier, adornando el suelo con su tesoro.

— Retiren todo y abandonen este lugar inmediatamente —ordené con voz firme mientras Son y sus compañeros comenzaron a recolectar el dinero que yacía sobre el suelo.

— ¿Qué ocurre, señor? —inquirió ansioso, observando impotente sin poder intervenir.

— ¿Dónde se encuentra Gong? —cuestioné, escudriñando cada rincón de la celda, buscando del voluminoso trasero de mi socio.

Lee corrió hacia mí con premura.

— ¿No fue de su agrado la sorpresa, Herr? El Señor Seok nos encomendó la tarea de llevar al joven con usted —resultaba imposible concentrarse en medio de semejante desorden.

Lee observaba con temor mientras los guardias confiscaban los lujos que habían adquirido semanas atrás, desde que el pequeño Min comenzó a trabajar para ellos.

— Eso es todo, señor —informó el oficial a cargo.

— Muy bien, denle al joven Min todo el dinero en efectivo. El resto, llévenlo al depósito y hagan uso de ello al finalizar su jornada —volví mi atención al menor—. Te lo preguntaré por última vez, Lee, ¿dónde está Gong?

— Su esposa vino a visitarlo y están ocupados en una de las habitaciones, pero...

No permití que terminara. Podía escuchar sus pasos detrás de los míos, por lo que no tardé en tomar el cuerpo de Lee y lanzarlo sobre los brazos del guardia que custodiaba fuera de la celda.

Herr White ➤ kookgi [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora