El fuego se encendió con velocidad como cuando crece la llama en un encendedor, de un segundo a otro. Todo ocurrió rápido. Miré la nieve derretirse bajo mis zapatillas, los árboles arder como yesca seca y las llamas bailando a mi alrededor y yo, milagrosamente, no sentí nada. Cuando Odelgarde dibujó una ese extraño símbolo en mis manos no solo me hizo inmune al frío, también al fuego. Pero claro, respirar en medio de esa nube tóxica de humo ardiente era otra historia. Me estaba asfixiando como si hubiera inhalado todo el perfume de una tienda departamental.
Sin embargo, no podía respirar, me estaba sofocando en aquella niebla ígnea y fragorosa.
Odel sujetaba la cintura de Lothar y lo ayudaba a pararse. Turbada agarré el brazo de él, lo pasé sobre mi hombro y nos alejamos del claro. Y como si la situación no pudiera ser más extraña, el fuego decidió apagarse tan misteriosamente como se había encendido, dejando todo más confuso que antes.
―¡Me cagó en todo! ¡Nos encontraron! ―rugió Odel.
Soltó a Lothar y por un momento lo tuve yo. Su cuerpo era fibroso, caliente y pesado. Ella sostuvo el báculo granate que había creado con la sangre de su hermano, como si fuera un bate de beisbol y le pegó a una pelota imaginaria; inmediatamente una bola de fuego del tamaño de un auto se originó en la punta de la vara. Pareció como una explosión, se expandió por los aires, surcó el cielo y se catapultó lejos de nosotros. No tengo ni idea de dónde aterrizó, y sinceramente, ni me importaba en ese momento.
Mientras murmuraba palabras incomprensibles o la receta de sopa de pato de la abuela, clavó la vara en la nieve, la giró con ambas manos y alzó un muró de más de veinte metros. Lo hizo tan rápido que cuando reparé en que el suelo bajó mis pies temblaba, la tierra ya se había erizado y elevando consigo un penacho de nieve que llovió sobre nosotros. Literalmente ella había manipulado el suelo como si hiciera pliegues en una sábana. Algo impactó en el muro, vibró, rugió y desprendió nubes de polvo. Nos estaban aventando proyectiles pesados, por el humo que se esparcía en el aire y tiznaba la nieve, supuse que eran bolas de fuego. Perfecto, alguien nos estaba devolvieron la artillería.
A duras penas entendía qué hacían Odel y Lothar allí, o quiénes eran, tampoco sabía cómo había terminado yo en esa tundra helada, pero que alguien nos atacara a muerte era la cúspide de lo increíble.
Odel empujó a Lothar sobre mí y lo sujeté para que no cayera de bruces.
―¡CORRAN, HIJOS DE PUTA! ―rugió Odel―. Suban a la montaña, pasen el portal y séllenlo otra vez.
Lothar meneó la cabeza, estaba macilento y débil, lo sentía temblar.
―No, yo quiero morir... peleando ―Lothar desenvainó una daga que tenía escondido en el pantalón, dio un paso al frente, puso los ojos en blanco, cayó de rodillas, perdió el conocimiento y se desplomó de panza.
Ojalá no tuviera un cuchillo escondido ahí también. Odel recogió la daga como si estuviera acostumbrada a que eso pasara y me la dio a mí.
―Arrástralo si es necesario, yo peleo mientras ustedes huyen. Si tienes que dejar a mi hermano en el camino hazlo, pero sellas el portal ¿Me escuchaste, estúpida?
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La sangre de Blythe Banister [ONC 2024]
FantasyBlythe Banister, una adolescente tímida que nunca destacó en nada, descubre que su familia empleó magia por generaciones para instaurar orden y sembrar terror, aturdida deberá decidir si unirse a ellos y continuar el régimen o revelarse y devolver l...