Mi abuela Linda podría ser descripta de muchas formas. Aburrida, quejumbrosa, tacaña y rica, elegante, desconfiada y desatenta de cualquier persona que le muestre un gramito de amor. Pero, sobre todo, era vieja. Tan vieja que preguntarle su edad significaba peligro de muerte.
Y no, por desgracia, no era una de esas ancianitas modernas que manejan vehículos, usan redes sociales o tienen citas con otros viejos modernos. Más bien, era del tipo de vieja cascarrabias que cree que el maquillaje es sinónimo de prostitución. Su ropa era anticuada, sus hábitos arcaicos y sus pensamientos dignos de un monje de la Edad Media. Todo iba perfectamente en sintonía con su casa, la mansión Banister, que seguramente había sido construida antes de la invención de la rueda.
De "mansión" le quedaba solo el nombre. Sí, era grande, pero se caía a pedazos. Todos los muebles estaban forrados de polvo o escondidos tras cortinas, como si fueran valiosos. El suelo era un campo minado de cubetas que atajaban el agua de las goteras y, los jardines, una jungla inexplorada digna de un documental de supervivencia al desnudo. Había tantos matorrales que las marañas de ramas hirsutas bloqueaban las ventanas del primer piso.
Era domingo a las nueve de la mañana y estaba lloviendo. Mi móvil no tenía señal, incluso las ondas de radio preferían estar en otro sitio. Caminé por los pasillos, dejando huellas en el polvo y consumiendo el eterno tiempo. Me desplomé sobre el alfeizar y vi que la fuente delantera se desbordaba. Perfecto, ahora la entrada sería un lodazal y tendría que crear un camino de tablones de madera desde la entrada hasta la reja de salida.
Estar un fin de semana en esa mansión ya era malo, pero pasar todo el verano allí era una pesadilla. Hubiera preferido que Tomi, de la clase de historia, me tirara bolitas de papel ensalivadas por año y medio a que estar con la abuela un día más. O peor, preferiría casarme con Tomi de por vida antes que seguir aquí. Sí, sería traumático, en especial porque él tenía vello adolescente creciéndole alrededor de los labios, no tenía la cantidad suficiente para que sea considerado bigote pero tampoco la necesaria para pasar desapercibido. Era feo, con todas las letras, pero podía hacer el sacrificio. Si me casaba con él, solo debía superar la noche de bodas... donde la gente hace... ese tipo de cosas. Me pregunté cómo lo haría Tomi. Digo, que fuera feo no quería decir que cogiera mal. Pero tal vez él no querría estar conmigo. Los chicos de la escuela solían decir que era una chica linda, pero que no valía la pena, mi abuela también.
Desde que tenía memoria me dejó en claro que yo no valía la pena, ni siquiera para un abrazo o un elogio...
Y ahora tenía que cuidarla por meses, como si fuera algo más que una desconocida. Mamá me dijo que hiciera el esfuerzo, que era nuestro último verano juntas. Gracias al cielo y que Dios la oiga, no aguantaría otro año con esta vieja. Mi abuela era alguien honestamente cruel cuando estaba cuerda y para incrementar los males, ahora estaba senil.
Las abuelas de mis amigas... las chicas que seguía en internet, eran diferentes. Para empezar seguro tenían wifi. Las veía a diario, posteaban cuando les hacían postres, les daban billetes en secreto y las defendían de sus madres. Eran el orgullo de sus abuelas y no hacían nada para merecerlo. En cambio, nana Linda era como un crítico dispuesto a ponerte media estrella de cinco o directamente clausurarte.
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La sangre de Blythe Banister [ONC 2024]
FantasyBlythe Banister, una adolescente tímida que nunca destacó en nada, descubre que su familia empleó magia por generaciones para instaurar orden y sembrar terror, aturdida deberá decidir si unirse a ellos y continuar el régimen o revelarse y devolver l...