Prólogo II: La visita
Día 135 después del desastre
Hasta el inocente se convierte en diablo
cuando le proponen un trato que no puede rechazar.
El hombre de la máscara
Normalmente las visitas suelen ser sinónimo de bienvenida, pero en el lugar que estaba Baek se respiraba hostilidad. Había cuatro mesas ocupadas de ocho, algunas personas lo miraban de reojo porque sabían quién era, pero a él no le importaba. Y, aunque no lo conocieran, era imposible que no llamara la atención con la ropa que llevaba. Aquel traje negro estaba adornado con rubíes en la parte del cuello algo a lo que la gente común no podía acceder. Sus botas negras brillaban por la calidad del material frente al calzado de algunos quienes vestían zapatos de tela y rotos o, incluso, algunos no llevaban nada en los pies. Su cabello estaba peinado pulcramente y su cara lavada y arreglada. La señora de la derecha se avergonzó un poco y disimuladamente, empezó a limpiarse una de sus mejillas con la tela gastada de su vestido. Los puños de la chaqueta de Baek estaban adornados con dos botones cada uno en los que estaba el símbolo que recordaba su posición social. No se acostumbraba a ello, pero no le quedaba de otra. Estaba tan nervioso que el sonido de su pierna temblando incomodaba a un señor acompañado de su hijo pequeño quien ya le había dicho cinco veces que dejara de moverla, pero él no podía. Miro aquel niño rubio con algunas pecas en sus mejillas. Emanaba inocencia y curiosidad. Baek suspiró, hacía mucho tiempo había perdido la inocencia y la curiosidad... Todo ese lío había empezado por la curiosidad de un grupo de jóvenes.
Las cosas habían acabado muy mal. Sobre todo, para la persona a la que había ido a visitar. Dante no lo había recibido en seis meses. A pesar de enfrentarse a castigos, gritos o golpizas no permitió que Baek lo viera. Ya no sabía si era por orgullo o por decepción. Era lógico después de todo lo que había pasado, pero le urgía verlo. Las mentiras, los castigos, las venganzas todo había acabado con la vida que él conocía. Sabía que era necesario, pero las consecuencias eran descomunales.
- Recluso 45896 entre en la sala – levantó la cabeza para verlo.
Parecía el mismo de siempre, con ese porte de rey con el que lo habían criado. Las paredes grises agrietadas distaban del palacio donde había nacido, pero él seguía impecable. Su pelo negro no estaba peinado, pero no parecía desaliñado. Sus ojos grises no mostraban cansancio. Parecía un temple. Sus manos, callosas por los trabajos pesados, se veían bien. Lavadas y limpias. Parecía que, aunque no quisiera ver Baek, había aceptado los beneficios que este le había dado. El mono gris no parecía molestarle. Al revés se veía tranquilo, tanto que a Baek lo asustó. Tardó treinta segundos en llegar a la mesa, esos treinta segundos no despegó la mirada de Baek ni si quiera cuando se sentó frente aquel que una vez llamó amigo.
Tres minutos en silencio y todo el mundo los miraban. Al parecer el rumor había llegado.
- ¿Qué tal estás? – fue lo primero que se le ocurrió y lo más estúpido. Cómo se le ocurría decir eso. A pesar de tener beneficios de aseo personal, su padre no había podido librarlo de los trabajos forzosos. Al parecer la influencia de Aegan Koel era cosa del pasado. Sin embargo, Dante tampoco hubiese aceptado nada de su padre, ya no confiaba en él.
Dante no le hablaba, simplemente giraba de un lado a otro la cabeza mientras lo analizaba. La diferencia entre ambos era mucha, los puestos habían cambiado.
- ¿Cómo debería dirigirme a ti? – fue lo que le respondió. Aquellos ojos grises no lo miraban con resentimiento si no con curiosidad mientras que los ojos marrones de Baek demostraban su miedo - ¿alteza? ¿majestad? Perdón por no hacerte una reverencia, las cadenas me lo impiden – dijo mostrando sus manos encadenadas entre ellas, pero a la vez con una cadena que llegaba a sus pies.
Era imperdonable como lo trataban, había sido el príncipe heredero. Había ayudado a miles de familias y a dirigir las políticas para una vida mejor. Por un simple error había pagado. Sin embargo, si alguien le preguntara a Baek si se arrepentía, diría que no, aunque eso significase ver a su mejor amigo en la cárcel.
- Sabes que esto no era lo que quería, – le dijo desesperado – pero era necesario. Lo que paso era completamente necesario – se justificó. Era cierto, había sido la única manera de llegar a la verdad.
- Claro, como usted diga – le respondió Dante con sarcasmo, era difícil creerle. Había confiado en que Baek nunca le traicionaría, pero se equivocó. Bueno como con toda su familia, sobre todo con su padre. - ¿A qué has venido? ¿campaña política? ¿Beneficencia? – a pesar del enfado, seguía manteniendo las formas como lo habían educado.
- Escúchame – le susurró Baek seriamente. No era momento de discutir – Hay algo que debes saber. – Dante calló y esperó a otra artimaña más. Estaba cansado, la cena era en una hora y tenía que dormir, la cama de madera le hacía daño a la espalda. Al día siguiente le tocaría lavar platos y por la tarde hacer cursos de jardinería. Puede que Kenith le consiguiera un cigarro, se había aficionado a ellos. - ¡Oye! – un chasquido de dedos delante de su cara lo despertó - ¡esto es importante! – le susurró Baek pendiente de que nadie escuchara, ni guardias ni reclusos o familiares.
- ¿Qué pasa? – preguntó con desgane, de verdad que necesitaba ese cigarro.
- Ella está viva – a la mierda el cigarro. Los ojos de Dante se abrieron con total sorpresa y su cara paso de la calma al enfado total. Parecía estar calculando a mil por hora.
- ¿Cuándo me sacas de aquí? – fue lo que respondió Dante y Baek sonrió, el príncipe estaba de vuelta.
...
Birdie Bley
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La profecía de la corona maldita
Historical FictionSinopsis El reino de Vyrell, gobernado por el rey Robert y el reino de Threnall, liderado por el rey Aegan llevaban en pie de guerra desde hacía más de veinte años. Ambos conocidos de juventud derramaron sangre, dolor y lágrimas para llegar al lugar...