Los ojos de Louise al atravesar la puerta de entrada de la oficina dicen todo, por lo que Greta evita hacer el comentario que tenía planeado. Louise lleva tan solo unos segundos sin llorar. Se siente en una ilusión. Se siente una impostora. Solo llega y se sienta en un rincón, esperando que todas las personas de ahí ignoren su presencia. Si hubiera tenido el dinero y la opción de ir a otro lado, lo haría, pero no tiene ninguno de los dos.
—¿Tú hiciste eso? —pregunta Louise sin dejar de mirar el suelo.
—Sé que no vas a creerme, pero yo no lo hice —le responde Greta.
—Tienes razón, no te creo ni un poco.
—Me encanta que me creas tan capaz y, aunque lo intenté, no tengo acceso al acervo del Ejército, cariño.
—Por Dios, Greta, eres igual de mierda que ellos, ¿acaso ubicas las consecuencias que va a tener? ¡Acabas de terminar con el padre de mis hijas, acabas de arruinar su vida para siempre!
—Disculpa, ¿acaso viste lo que Christopher hizo?, ¿acaso viste todo lo que él arrebató?
—Es guerra, no esperaba que Christopher se fuera de compras ahí, sabemos bien lo que hacen, gracias a eso somos lo que somos —Louise mira por primera vez a Greta al rostro.
—Tu privilegio te ha hecho tan ciega que quieres defender lo indefendible —Greta continúa mirando la computadora—. Hablaremos después de tu rabieta.
Louise se levanta de la silla y en cuestión de segundos estaba justo al lado de Greta sujetando su brazo.
—¿Así que estás contenta de esto, cierto, hija de perra? ¡No te importa el daño, no te importan en lo absoluto mis hijas!
—Christopher merece pudrirse en la cárcel y si eso implica que tus hijas no tengan a su papi, a mí me viene a dar igual. ¡Suéltame! —dice Greta quitándole la mano a Louise y decide adquirir una postura dominante sobre ella—. Creo que es hora de que veas la realidad como es. No me interesan tú y tus hijas en lo absoluto, para mí son parásitos privilegiados que siempre habían salido beneficiadas y se enojaron la primera vez que no fue así. Necesitaba tu historia y, en este momento, ya me pertenece. Si quieres intentar quedarte con tus hijas, se puede hacer, pero no seguiré aguantando tus estupideces —Greta señala una de las televisiones en las que en un noticiero hablan de los videos filtrados—. Ya viste de lo que son capaces, ya viste que no tienen ningún rasgo ético que los detenga y el final de tus hijas no será distinto del de esas pobres criaturas indefensas.
Louise se deja caer sobre el suelo, su momento de valentía ha acabado.
—Iremos a juicio te guste o no, firmaste papeles que nos avalan como tus defensores y podemos declarar que no están en condiciones de comparecer. Así que podemos ir ahí por las buenas o por las malas. Llora todo lo que quieras, golpea tu almohada, grita, maldice. La siguiente semana tendremos la primera audiencia, y cualquier error o idiotez que quieras cometer puede costarte la vida de tus hijas. También podemos jugar sucio, linda. Con permiso.
Greta abandona la habitación y deja a Louise llorando sobre sus rodillas a todo pulmón. Las demás personas vuelven a sus monitores y tareas e ignoran cualquier sonido de la habitación.
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Las mujeres del héroe
General FictionLouise está segura de dos cosas: ama a su esposo de manera desmedida e infinita, pero debe dejarlo. El sacrifico que implica ser la esposa y madre de las hijas del general Christopher Williams está costándole la cordura. Su decisión será una bomba...