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Esperaban la micro todas las mañana juntos. Siempre en el mismo paradero, uno muy poco concurrido a la vuelta de la esquina donde esperaba el resto del barrio. Ese siempre se llenaba porque ahí paraban todas las micros, pero no la que ellos necesitaban para llegar a la universidad. No iban a la misma, tampoco estudiaban lo mismo, pero los edificios en los que tenían clases quedaban uno enfrente del otro separados solo por la calle donde pasaba la micro que esperaban en las mañanas.

Él estudiaba química y el otro, estudiaba matemáticas. Se sentaban uno al lado del otro y aunque eran completos extraños, solían encontrar algo de lo que conversar: música, números, noticias, exámenes, trabajos, horas de sueño hasta que al fin uno se presentó.

—¿Aún no pasa? —le dijo la primera vez, cuando al fin se atrevió a hablarle.

—Hoy se ha demorado mucho en pasar —le respondió el otro mientras se sacaba los lentes de sol—. Mi nombre es Jimin, por cierto.

—Oh, soy Yoongi —respondió al fin inflando su pecho.

—Genial.

Lo primero que le llamó la atención a Yoongi fueron sus ojos y lo primero que le llamó la atención a  Jimin, fueron sus manos, sobre todo cuando se apretaban nerviosas en la correa de su gastada mochila llena de parches.

—¿De dónde sacas tantos? —le preguntó Jimin una vez contando con una mano cada uno de ellos.

—Los venden en el centro, otros los he conseguido en la feria.

—A mí me gustan más los pines, pero se me terminan cayendo siempre.

Los ojos de Yoongi se quedaron fijos en los dedos delgados de Jimin tocando los pines que llevaba en su chaqueta de mezclilla. Sus manos le parecían tan bonitas que a la mañana siguiente pensó que estaba de suerte cuando rozó una con la suya en el momento en que ambos se afirmaron del mismo pasamano en la micro. El estómago le dio un brinco mientras confirmaba que sí eran suaves como sospechaba.

Fue más emocionante que la vez que sus rodillas se rozaron por primera vez esa mañana que compartieron asiento en la micro mientras Jimin intentaba completar una guía de ejercicios calculando en voz alta como si estuviera rezando. Su abuela se veía igual, aunque claro nunca tan guapa como él.

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—Este viernes habrá una fiesta en mi facultad, como a las 9 ¿te gustaría venir? —Yoongi dijo una mañana. Jimin se quitó los audífonos y asintió sonriendo.

—¿Puedo ir con un amigo?

El estómago de Yoongi se apretó. Desde que habían anunciado la fiesta llevaba imaginando escenarios ficticios de cómo invitaría a Jimin a asistir con él. Diálogos se formaban en su cabeza por palabras elegidas minuciosamente para convertirse en las correctas todo con tal de que dijera sí, claro que nunca se le ocurrió que luego de que aceptara, viniera una pregunta como esa. Es decir, el escenario más espeluznante era aquel en el que le decía que no (no a secas, no luego de una risa, no luego de una mirada de asco...) pero de pronto un no ya no era tan espeluznante si la respuesta era sí, pero con un amigo.

—Claro —dijo con un hilo de voz asintiendo aunque sus movimientos eran tan erráticos que parecía que estuviera tiritando.

Jimin volvió a sonreír y le tendió un audífono para que escucharan juntos música el resto del camino.

El género urbano de Kidd Voodo no era algo que le gustara escuchar en la soledad de su casa, sin embargo le gustaba tanto ese chico que era capaz de soportar en loop el último disco de Rauw Alejandro por varias horas. De hecho fue por algo así que se dio cuenta que  Jimin le gustaba más que un amigo, que le gustaba mucho, tanto que se había puesto a escuchar el top 50 de Chile en Spotify para poder entender de quienes hablaba cuando le comentaba sus tocatas de fin de semana.

La Parada ˚୨୧⋆ Yoonmin OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora