2.3 ADVERTENCIA DE OTOÑO

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2.3 OSCURAS DISTRACIONES

Sonidos de platos y gritos me alertaron al despertar. Me levanté de la cama lo más rápido, sin importarme lo frío del piso y mis pies descalzos llegué a la sala en saltos apresurados. Era la quinta vez que pasaba esto en esta semana, y sabía lo que me esperaba.

—¡¿Por qué eres tan mierdilla?! Solo te pedí que vayas por unos cigarros, c-i-g-a-r-r-o-s.

Vi a la misma señora de cabello castaño todo desabotonado, la cual emanaba un olor horrible de alcohol. Tenía la camisa desabotonada, dejando su sostén al aire libre y con una mano sostenía un pedazo del plato roto. Ginger (así se llamaba la pequeña) se encontraba en el suelo temblando a llanto puro.

Esta situación me ponía algo nerviosa.

—Mamá... —intervine cuando vi sus intenciones, recibiendo en seco una cachetada que me hizo morder mi lengua.

A pesar de tener el dolor palpable, me puse de rodillas frente a Ginger.

—¿Estás bien?

—Mira, ¿qué tal? ¿También vas a hacer problemas, Siena? —habló despectivamente.

—¿Qué pasó? ¿Qué es lo que quieres?

—A tu madre no le hablas así, oíste. —otro golpe me desestabilizó, tanto que, por tratar de apoyar mis manos en el suelo, me había lastimado con los pequeños vidrios; sin embargo, no quería que Ginger me viera mal. Sabía lo que significaba para ella y lo fuerte que tenía que pretender ser.

—Dime qué es lo que necesitas.

—Quiero que se vayan de ¡MI CASA! ¡AHORA! No las quiero ver, váyanse. Mierda. ¡AHORAAAAA!, o llamaré a la policía.

Tomé a Ginger y la guié hacia su habitación. No tenía ni idea de lo que haría, pero no podía arriesgarme a que ella tomara cartas en el asunto con lo loca que se encontraba. Traté de calmarla a pesar de que parecía una cascada con tantas lágrimas y balbuceos.

—Escúchame, linda, empaca tus cosas, ¿sí? Nos iremos de aquí y ella no volverá a tocarte. —ella asintió, al fin reaccionando empezó con mis órdenes. —Yo iré a listar lo mío, solo apúrate por favor, Ginger.

—Elenaaaa, no me dejes.

—¿Qué?

—Que no se te ocurra dejarme, Siena.

—No lo haré. —le regalé una sonrisa tranquilizadora; mientras mi mano temblaba del miedo.

Salí a la sala y ella ya no se encontraba ahí. Sin embargo, mis ojos miraron el recuadro rasgado, el cual me provocó náuseas. Teníamos que irnos.

Algo muy dentro de mí susurró: "Al fin."

🍁🍁🍁🍁

Cinco de la mañana ambulábamos juntas. Terminamos en un banco del parque, acomodando un poco, dejé que Ginger se acostara sobre mis piernas para que concilie el sueño un poco. También quería dormir, pero no podía permitírmelo. Tenía que cuidar de ella, así que empecé a acariciar su cabello mientras tarareaba una melodía, y en poco tiempo su respiración empezó a hacerse regular y se quedó dormida.

Tenía algo de dinero y a pesar de que revisé el cuarto de Siena de pies a cabeza, no encontré algo que fuera de ayuda. Ni tíos ni tías, ningún familiar...

—Su diario.

Quizás ahí escribía de un lugar al cual acudía. Igual no tenía muchas opciones y estar a estas horas afuera de la casa era peligroso. No quería invadir su espacio, pero... Ginger. Entré a la aplicación viendo varios títulos.

"HASTA QUE ME OLVIDES."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora