Marinette se alistaba para volver a clases luego de las vacaciones de verano. Estaba emocionada, volver a ver a sus amigos después de haber pasado una temporada en Shángai le resultaba confortante. Se alistó a toda prisa y bajó las escaleras fallando en el intento, sus piernas se enredaron cual cordón, ocasionando que se diera un buen golpe en el trasero.
—Buenos días, cariño. —Saludó Sabine, su madre, nada sorprendida por las torpezas de su dulce Marinette.
—Hola mamá. —Saludó ella, depositando un beso en la mejilla de su madre.
—¿Estás lista para el comienzo de clases?
—Claro, nada podría estar m...
Marinette no terminó la oración al ver la organización de su grupo para el semestre, ahí estaría ella de nuevo; Chloé Bourgeois. Por su mente pasaban flashes de todas las torturas que la rubia le había hecho, de pronto sus manos comenzaron a sudar.
—¿Está todo bien, linda? —Cuestionó Sabine al ver la expresión de la azabache.
—S-sí mamá.
Marinette no dijo más en todo el desayuno. La emoción que sentía momentos antes había desaparecido y no tenía intenciones de volver en todo el día. No, en toda la vida, mejor dicho.
Subió a su recámara para tomar su mochila y algunos libros sueltos y volvió a bajar, en sus ojos se podía percibir el desánimo de la muchacha, pero ya estaba acostumbrada.Salió de la panadería de los Dupain-Cheng con una caja de deliciosos croissants que su padre había preparado para que compartiera con sus amigos. Antes de llegar al instituto, observó a lo lejos a un grupo de adolescentes alocados que insultaban y amenazaban con golpear a un inocente ancianito, así que se apresuró hacia ellos, con furia.
—Deberías romperle el bastón. —Gritó uno de los brabucones entre risas.
—¡Y yo debería romperte la cara! —Gritó con furia mientras empujaba al pelinegro, cosa que no funcionó pues ni siquiera lo movió.
—Vamos nenita, no te metas en cosas de adultos. —Se burló él.
—¡Lárguense de aquí! ¿qué les pasa? es un indefenso. —Dijo, ignorando la advertencia del chico.
Adrien Agreste se encontraba a una calle del instituto, iba en el auto conducido por Gorilla, como solía llamar a su guardaespaldas. Soltó un suspiro ruidoso, le parecía absurda la idea de tener que abandonar su hogar silencioso para llegar a un sitio de personas que, seguramente, eran bastante estúpidas.
Miró por la ventana, observando como una chica con coletas atadas con dos listones rojos se interponía entre un anciano tirado en el piso y tres brabucones que solo reían.Ni siquiera supo por qué, pero lo hizo.
—Detente. —Ordenó y el auto frenó.
Se dirigió hasta allá con los puños cerrados y la mochila cargando de lado. Para todos podía ser la persona más grosera en todo Francia, y tal vez sí, pero no soportaba ver que fueran injustos con los débiles; ancianos o niños. Las demás personas se podían ir al demonio, según él. Llegó hasta donde estaba todo el embrollo.
—¡No nos iremos sin antes acabar con este sujeto inútil! —Gruñó un chico con cabello negro, encorvado y un poco regordete.
Que asco, pensó.
El chico levantó la mano, dispuesto a golpear a la tonta chica que creía que le ganaría a esos tipos. La chica cerró los ojos con fuerza, pero nunca sintió el golpe pues Adrien sostuvo la mano del brabucón.
—¿Qué te pasa, niño bonito? ¿quieres que te deformemos esa linda carita que tienes?
—Adelante. —Dijo Adrien sin inmutarse.— Pero al anciano déjalo en paz, ¿te sientes valiente dañando a los indefensos? Para mí eso es ser patético. —Marinette lo miró asombrada. Si bien parecía no tener ni una pizca de miedo, también se notaba que Adrien en su vida había enfrentado a alguien, ni mucho menos había recibido un puñetazo, pues cayó cual pedazo de papel.
ESTÁS LEYENDO
Marichat: El inicio
Hayran KurguAdrien Agreste ya amaba a Ladybug, pero no a Marinette. Marinette Dupain-Cheng ya amaba a Adrien, pero no a Chat Noir, es hora de que eso cambie. Pero no será lo único que cambiará. Dicen que un héroe siempre va a preferir sacrificar al amor de su v...