Everything I Didn't Say || l.h

Capítulo 1

Me miro al espejo. Llevo puesto un vestido negro ceñido de tirantes con un pequeño volante en la cintura. No suelo ponerme vestidos ni para salir de fiesta, pero éste me lo ha regalado mi mejor amiga por mi cumpleaños para ''que me luzca'' esta noche. No me siento muy cómoda en él, honestamente, pero no quiero hacerle el feo.

—¡No te mires más, estás muy buena, Monica! —Exclama Leyleen, dado a que llevo diez minutos comprobando todos y cada uno de mis defectos frente al espejo.

—No sé yo si es buena idea...

—Es tu cumpleaños, y es la última fiesta a la que vamos a ir antes de que empiece el curso. Tienes que decirle adiós al verano con un ligue nuevo esta noche, y con ese vestido consigues uno seguro. Ponte los tacones ya, que están apunto de llegar las demás.

—Está bien...

Camino descalza hasta los tacones negros como el vestido, tirados en el suelo, ya que a Leyleen le hacía ilusión probárselos. Los cojo y me los pongo. Me levanto e intento andar, pero se me da horriblemente mal. Me tropiezo y empiezo a reírme junto a mi mejor amiga.

—Pareces un pato mareado —Dice ella entre risas, y le doy la razón.

—Me llevaré unas sandalias en el bolso por si acaso.

—Lo veo bien, no queremos que te rompas un pie dos días antes de que empiecen las clases y en el día de tu cumpleaños —Dice y se ríe—. Deberías pintarte los labios.

—¿Por qué? Ya llevo bastante maquillaje en los ojos.

—No sé, resaltarían más. Venga, ¡póntelos rojos! —Sugiere Leyleen, pareciendo más entusiasmada que yo con esto de que me luzca.

Cojo el carmín que me acaba de ofrecer y mancho mi dedo con un poco de rojo para después expandirlo en mis labios.

—Así cogen color pero no llegan a ser rojos del todo.

Justo cuando acabo de hablar, el timbre de casa suena.

—¡Son ellas, vamos! —Agarramos nuestros bolsos, y salimos por la puerta.

Allí están esperando Ronnie y Theresa. Las saludo con un fuerte beso y vamos rápido hasta el taxi en el que han venido. Una vez dentro, le decimos el destino al hombre y el coche arranca.

Cuando ya hemos llegado al sitio, nos bajamos del taxi, pero no sin antes pagar al conductor entre todas.

—¿Seguro que nos dejarán entrar, Ronnie?

—No te preocupes, Monica, está todo controlado. Ese de ahí —señala al portero—, es mi primo. Nos colará.

—¡Pues que empiece la noche! —Exclama Theresa entusiasmada, cogiendo la mano de Ronnie mientras la empuja hasta la puerta de la discoteca.

—Eh, esperad —Dice Leyleen yendo tras ellas, y yo la sigo.

El portero, como ha dicho Ronnie, nos deja entrar. Lo primero que noto al cruzar esa puerta es una mezcla de olor a alcohol, porros y tabaco. Me han ofrecido varias veces probar la marihuana o los cigarrillos, pero siempre me niego. No soporto ese tipo de cosas. Sin embargo, el alcohol sí lo he probado, y ya me he emborrachado alguna que otra vez a mi edad de dieciséis años.

Miro a mis alrededores, dándome cuenta de que mis amigas no están por ninguna parte. ¿Pero dónde se han metido ahora? Voy a la barra y pido un mojito. Si voy a buscarlas, que no sea con sed.

Comienzo a dar vueltas entre toda la gente que está bailando, hablando, besándose (o casi follándose) en mitad de la pista. Noto una mirada, a lo que miro hacia mi izquierda. Un chico rubio me mira fijamente, y no se distingue muy bien con todas las luces, pero puedo saber que sus ojos son de un azul muy intenso. No sé qué hace mirándome de esta manera, pero no seré yo quien aparte la mirada. La verdad es que no me importa mirarle, ya que el tío está muy bueno. Pero él está empezando a intimidarme un poco.
No sé cuánto tiempo llevamos haciendo contacto visual, pero cuando estoy apunto de quitar mi mirada, él aparta la suya. Ha sido un momento muy raro, pero es hora de seguir con mi vida. Aunque ahora creo que voy a pensar en por qué me estaba mirando tanto y de esa forma tan descarada por mucho que no quiera.