Septiembre estaba siendo especialmente cálido.
Miré el reloj mientras cruzaba el río por el puente de la presa. No quería llegar demasiado pronto, pero tampoco tarde. Sabía que él ya estaría esperándome allí.
Hacía eones que no me encontraba tan nervioso, e irónicamente, el camino que estaba recorriendo me hacía sentir una especie de catarsis. Años atrás, este camino significaba esperanza. Hoy, sin embargo, me iba a enfrentar a los fantasmas del pasado que yo mismo quise olvidar, y que sin embargo, de algún modo, aún conseguían afectarme en lo más profundo.
Madrid Río rezumaba vida en ese momento. El final del verano y el regreso a la ciudad habían devuelto a corredores, ciclistas y caminantes al paseo, y se volvía a respirar el bullicio habitual del buen tiempo. Ya habían pasado las horas de solana intensa y en nada caería el sol por completo, pero seguía notándose un poco el bochorno de la tarde.
Terminé de cruzar por Pirámides y me detuve frente a la cafetería Santa Gloria. Una vez más. Y tal y como había predicho, allí estaba él.
Odié cada segundo de ese momento eterno que transcurrió entre el instante en que me vio y lo que tardé en acercarme a saludar. Me sentía bastante incómodo y la verdad, no tenía ni idea de cómo dirigirme a él. Menuda estupidez.
- ¡Hola! - exclamó Marcos con efusividad - ¡Cuánto tiempo!
- Hola, Marcos - balbuceé mientras se me formaba un nudo en la garganta - sí... Bastante - forcé un esbozo de sonrisa.
- ¿Qué tal estás, hombre? - hizo un amago de abrazarme
- Bien, bien, vaya... - le frené y le ofrecí la mano. Él la estrechó - ¿Te parece si entramos?
- ¡Claro! - respondió mientras abría la puerta para que entrase.
Me detuve al entrar para ver si había sitio. El olor a bollería recién hecha me abrió el apetito.
- Mira, allí. Nuestro sitio está libre - dijo Marcos mientras señalaba hacia la esquina del local. "Nuestro sitio". Qué gracioso. Qué bien se acordaba de las cosas cuando le interesaba.
Pedimos un par de cafés y nos sentamos en la mesa de la esquina. Estaba muy caliente y tuve que soplar un poco antes de poder dar un par de sorbos. Ahora venía lo complicado.
- Bueno, gracias por venir. Me alegra mucho verte - empezó Marcos. Se me empezó a formar un nudo en la garganta otra vez. Me sentía bastante incómodo y no sabía qué decir. ¿Qué se dice después de tanto tiempo esforzándote por borrar a la otra persona de tu vida?
- Gracias - murmuré - Supongo que yo también.
- Te he echado de menos. Tenía muchísimas ganas de ponerme al día contigo.
Quería responder que yo también, pero sabía que no debía - Bueno, han sido muchos meses. Es normal. - "ES NORMAL". Menuda estupidez acababa de decir. - Quiero decir, fue un cambio muy brusco.
- Lo fue - ratificó - Eras alguien muy importante para mí, y de repente, nada.
Me dolió escuchar esas palabras. Llegaban muy tarde.
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Las malas decisiones
RomanceTener la capacidad de elegir implica la posibilidad de equivocarte. La pregunta es, ¿hasta dónde puede llevarte el tomar siempre la peor decisión posible?