24.-¿Amigos?

40 5 0
                                    

Toco la puerta de la casa de Dylan. La última vez que lo vi fue cuando armó el escándalo en mi casa. No fue bonito pero tampoco estoy dispuesta a dejar las cosas así ahora, no cuando me siento fuerte. Tengo mucho miedo en este momento y la mano con la que toca la puerta me tiembla; mi pulso está acelerado y siento que si sigue de esa forma mi yugular va a explotar de pronto. Espero que eso no pase, porque primero tengo que aclarar las cosas con Dylan.

Lo que él me hace creer con el fin que le puso a su discurso la última vez que lo vi, Dylan no tiene planes de verme nunca más porque cree que no lo perdono. Y es cierto, no lo perdono, pero no quiero que él crea que soy una orgullosa por no decirle lo que pienso de esto.

Abren la puerta.

Es Jerry.

-¿Qué quieres?-dice.

Yo lo miro de la misma forma, indiferente, como si yo también lo odiara. Pero no tengo ánimos de odiar a alguien más. Me basta con uno en la lista-Vine a ver a Dylan.

Él suelta una risa, enojado-¿Acaso no te basta con haberlo destrozado?

¡Ah, pero qué oportuno! Ahora yo lo destrocé a él.

-Déjame entrar-exijo.
Jerry frunce los labios-Oye, no quiero que mi hermano intente suicidio otra vez. Además, mi madre no lo deja verte.

Eso me sorprende-¿Qué? ¿Por qué?

Se obstina y cambia su tono a uno más grave-Mira, si vienes a discutir sobre eso de la bebé no te preocupes. Eso está arreglado.

-¿Qué bebé?-exclamo, no lo creo.

-Oh, no finjas, niña-me dice-Sé que tú tenías que ver con ese asunto de su hija. Mi mamá ya lo sabe y está castigado por años. Supongo que es tu culpa.

-Supones mal, Jerry-le digo, vehemente-Y sí, tengo que ver con la bebé. No es mi hija, pero sí lo sabía.

-¿Y cómo quieres que te deje pasar?-dice-Vas a hacerle daño.

-No, no haré nada-contesto-Lo juro.

Él me observa por un par de segundos, parece que está luchando con su Jerry bueno y su Jerry malo. Hasta que al fin suspira y afloja sus hombros, relajándose.

-Oye, Susan-dice-¿Estás segura que quieres ir allí, con él?

Ya no entiendo nada-Jerry, ¿qué está mal?

-Está muy deprimido-dice, es rara su actitud condescendiente-Llegó de Nueva York muy triste. Y no se ha visto nada bien.

Frunzo el ceño, no estoy enojada. Estoy preocupada, en parte me siento culpable de esto, porque debí haber sido amable con él cuando fue a mi casa y debí decirle que siento algo por él, aunque implique decirle que tengo que olvidarme de ello.

Suspiro-Tengo que hablar con él, Jerry.

Mira para otro lado, incómodo. Rasca su cabeza con indecisión-No lo sé, Susan.

-¿Tu madre está en casa?

-Uhm, no-contesta-Tuvo que ir a ver a Julie y yo falté a la universidad para custodiar a Dylan. Si así puede llamarse.

-Déjame pasar a verlo-digo-Tu madre no se enterará, juro que saldré por la ventana si es necesario.

-Uh, no lo sé-dice y yo le clavo mi tierna mirada de convencimiento, y me alegra tener mi lado tierno-Bueno, está bien. Entra y que nadie te vea.

Mi impulso me hace abrazarlo y él se sacude de mí. Creo que me excedí con el cariño y la emoción.
Subo las escaleras sigilosamente y puedo sentir el silencioso frío de la habitación de Dylan desde aquí.
No se oyen sollozos, no hay música alta, no hay un solo ruido. Es extraño y empiezo a pensar que Dylan intentó perder la vida varias veces y que tal vez lo logró, por lo que corro dentro de la habitación y aunque no toco a su puerta abro.

Mi Perfecto Idiota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora