Capitulo 1

952 50 19
                                    

La vida de Kim Minji era tranquila, nacida y criada en una familia rural, humilde y religiosa, aprendió a medida que transcurría el tiempo el valor del trabajo, el esfuerzo y fue apoyándose en todos los principios que su familia le inculcó, siempre se encontraba refugiada en su fé, ella creía fielmente que Dios era su lugar, se sentía acompañada, en paz, era su fe lo que le impulsaba día a día a ser mejor, a agradecer por su familia y la vida que le tocó, asistir todos los domingos a una pequeña iglesia a unos cuantos kilómetros de su hogar era una costumbre que disfrutaba, donde personas de pueblos cercanos también asistían.

La mayoría de esas personas eran humildes, con historias fuertes y tristes que al igual que ella, encontraron su refugio en Dios, la hermana Allyson quién cantaba en aquellas misas traía un poco de esperanza, su voz y la felicidad con la que se dedicaba a su vocación, despertaba en Minji un sentimiento puro de admiración.

Vio en ella una auténtica empatía y necesidad de ayudar llevando la palabra de Dios a todas esas personas desamparadas, lo que la motivó a elegir su destino.

Al principio comenzó asistiendo y ayudando en clases de catequesis los miércoles y sábados, también duplicó su trabajo en el campo de su familia para poder tener un poco de ingresos propios de su esfuerzo y sumarse a los campamentos espirituales para adquirir más conocimientos sobre su fé.

Todo lo que Minji comenzaba a vivir en torno a Dios, le fascino, por lo que no dudo ciegamente entregarse en cuerpo y alma a su voluntad, a temprana edad apenas saliendo del bachillerato a los 18 años, decide convertirse en el orgullo de su familia y sin dudarlo, inicia su noviciado.

Minji aprendía muy rápido, estaba decidida a lo que eligió para ella, fruto de esto, a los 6 meses de haber iniciado deciden darle la oportunidad única de realizar sus votos monásticos, aceptando sin más los cuatro votos solemnes: pobreza, castidad, obediencia y clausura, lo que la convierten oficialmente, en una monja.

No fue difícil para ella dejar su familia para seguir su vocación, a pesar de que fue enviada a un convento unos pueblos lejanos al suyo, se adaptó con facilidad, aunque a veces solía extrañar un poco la rutina de su hogar.

Llevaba 4 años en la iglesia católica de Shirakawa Ogimachi, se sentía agusto allí pero no lograba cumplir aún con su objetivo de ayudar, era lo único que necesitaba para sentirse plena.

La rutina en el convento era sencilla: se despierta a las 5 Am para rezar y dar inicio a las actividades del día, se quita el pijama que en su opinión, era un poco ¿curioso?... bueno, espeluznante, en otras palabras, pero cómodo.

Se trataba de algo parecido a un vestido con mangas largas, similar a los pijamas de la edad media, era un tanto incómodo en cuanto a los veranos, quizás por eso no le agradaba del todo, pero en invierno cumplía su función.

En fin, siguiendo con su rutina, continúa colocando su hábito o túnica y se reúne junto a las demás monjas para ir al coro a Laudes y Maitines, terminando esa acción hacen una oración mental durante más o menos, media hora y luego, continúa con las primeras tareas de limpieza del día, para finalmente seguir estudiando la biblia y cumplir con las labores que tenga la madre superiora en mente.

Se estaba terminando de acomodar el cabello debajo de su cofia cuando la puerta sonó, se aseguró que su hábito estuviera bien acomodado y se dirigió a la puerta de su habitación, sorprendiendose de ver al padre Kim Namjoon con su típica postura firme sonriendo amablemente.

-Buenos días padre Nam.

-Se inclinó para hacer una reverencia, y al finalizar le dedicó una pequeña sonrisa un tanto preocupada, eran raras las veces que el padre se dirigía a las habitaciones de las monjas.

Nun / BbangsazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora