the stripper ; satzu

einunddreißig

Tzuyu POV

Sana Susan.

No...

No es posible.

Me quede ahí paralizada, mirando a la mujer alejarse hasta que se perdió de vista. Cerré los ojos, apretando fuerte las manos en el volante. La furia me tomó de pronto, un tipo de arranque de odio calentó cada célula de mi cuerpo. Dios, esto solo podría ser efecto del alcohol, no había otra explicación. Miré a ambos lados, el camino estaba vacío y oscuro, salí del vehículo. Sana me daría una buena explicación de esto.

Me dirigí a la puerta, caminando de un lado a otro tratando de convencerme de lo estúpida que era la idea de ir ahí y terminar todo este acto. Miré entre los barrotes de la puerta, sin encontrar algún rastro de Susan. No puedo hacer esto yo no soy impulsiva o emocional. Pero en ese momento mi cuerpo gritaba por respuestas inmediatas, pero no podía, no era yo. Al contrario, era fría y extremadamente astuta. Caminé rápidamente al auto al otro lado de la calle, tenía la puerta abierta completamente, entré y cerré la puerta fuertemente.

──¡Idiota! ¡Estúpida! ──grité golpeando el volante varias veces.

Podía matar a alguien en ese instante con la rabia que me consumía. Cerré los ojos, tomando una respiración profunda, dejando que el oxígeno llegara a mi cerebro o moriría ahí en cualquier momento. Miré una vez más el edificio donde vivía Sana, dejando la idea de desenmascararla para después.

Encendí el motor, arranque el auto y salí de ahí hacia mi departamento.

El cielo aún estaba nublado y cargado con lluvia siendo atravesado ocasionalmente por rayos. La noche no podía ponerse peor. Salí del auto azotando la puerta y caminé hacia el elevador del enorme edificio.

Maldita stripper.

La primera cosa que hice cuando entre a mi departamento fue servirme un vaso de whisky, me tomé el líquido de un trago, cerrando los ojos, sintiéndolo rasgarme por dentro mientras bajaba, dejando solo el dolor dentro de mí.

──¡¿Cómo pudiste ser tan estúpida, Tzuyu?! ¡Esa hija de perra te engaño todo este tiempo! ¡Y aún hacia el papel de chica buena! Perra.

Caminé hacia el salón de mi departamento, recostándome en uno de los divanes. Todo comenzaba a tener sentido ahora. Por eso es que Susan nunca se quitó la máscara para mí, esos ojos tan familiares, los cuerpos tan jodidamente perfectos, las reacciones tan parecidas, Dios, ¿Qué hechizo había hecho esa mujer sobre mí? Precisamente en mí.

Dios.

Sana me mintió todo este tiempo, No debió haberlo hecho, no debió.

No sabía con quien se había metido, si había algo que odiaba era ser engañada. Sana Susan había jugado conmigo todo este tiempo, manipulándome como una marioneta de su pequeño juego.