Única Parte

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El castaño intercalaba entre los seis aumentos que el buscador de su telescopio le ofrecía el que le permitiera divisar de mejor manera la constelación de acuario. Una búsqueda complicada tomando en cuenta que las luces de la ciudad iluminaban de sobremanera el manto oscuro.

Lo ideal sería un sitio sin contaminación lumínica, un lugar lejos de la ciudad y su bullicio. Tal vez, un solitario campo o una casa veraniega apartada de la civilización. Sin embargo, por su condición de alma en pena atada a un baño era básicamente imposible así que tendrían que conformarse con la vista que la azotea de la escuela Kamome les brindaba, la cual era demasiado precaria sin la ayuda de un pincel mágico que desafiara las reglas de la astronomía. Pero no por eso se daría por vencido, claro que no, estaba decidido a encontrar el ángulo perfecto para que su amada pudiera divisar las Eta Acuaridas* de ese año y él pudiera deleitarse con su rostro lleno de emoción y sus chillidos colmados de felicidad cada que lograba ver una "estrella fugaz" aunque en realidad eran partículas cósmicas dejados por el cometa Halley que al entrar en contacto con la atmósfera se volvían meteoritos.

Pero ¿quién era el para decirle? Adoraba verle juntar sus manos, cerrar sus ojos y pedirles deseos que se negaba a revelarle pues decía que no se volverían realidad. Aun cuando era literalmente una entidad cumplidora de peticiones.

Estaba inmerso en su lograr su cometido cuando Nene subió las escaleras de la pequeña construcción, saludándole con un beso en la mejilla.

-Perdón por hacerte esperar, tuve que pasar a la sala de maestros- Se disculpo- ¿Vamos a poder ver las estrellas fugaces?

-Solo dame un segundo... ya casi estaaa...¡Listo!- Estiro sus acalambrados brazos y se dejó caer en un suspiro a la manta de cuadritos que había colocado junto a su telescopio a penas el sol se ocultó. Si, había estado horas intentándolo.

-Buen trabajo, Hanako-kun- Nene se sentó a su lado y aprovecho a mimar la parte superior de su cráneo que había quedado descubierta cuando su gorro rodó lejos.

-No pensaba quedarte mal- Cerró los ojos, disfrutando de las caricias y la suave risa de Nene que sus oídos lo traducían como la más hermosa melodía.

Su tradición había nacido cuando una tarde había escuchado por accidente una llamada de una universitaria Yashiro donde Aoi le narraba tímidamente la cita bajo los cerezos que su -en ese entonces- mejor amigo había organizado para confesarle de nueva cuenta sus sentimientos con la particularidad que después de tantos años el que alguna vez había sido el primer misterio fue finalmente correspondido.

Lo que rescato de aquella charla llena de suspiros y chillidos fue el comentario de Nene donde decía lo romántico que era una cita así mientras felicitaba el ingenio de Akane para después desearle mucha felicidad a la pelimorada.

Con orgullo podía decir que no le fue muy complicado darse cuenta de que su novia anhelaba una cita bajo los cerezos, lo verdaderamente difícil fue encontrar una solución para aquello pues no podía salir de la academia y dentro de está no había ni un solo árbol de cerezos.

Paso varias semanas con ideas que iban desde pintar a Kodama de rosa y hacerlo crecer hasta intentar crear un rumor con ayuda de Tsuchigomori para dar origen a un sitio como el que Nene deseaba en la orilla lejana.

Debido a que su amargado ex-profesor se negó a ayudarle finalmente llegó a la maravillosa idea de reemplazar los pétalos rosas por algo en lo cual era un experto, estrellas.

A Nene le había encantado y ahora cada año cuando la primavera llegaba y el Hitomi* se celebraba, ellos se reunían en la azotea, comían los bentos que juntos habían preparado en el salón de economía doméstica y charlaban mientras esperaban la hora en que la lluvia de estrellas fuera más visible. Su reunión siempre terminando con ellos abrazados mientras observaban en silencio el evento astronómico que el Yugi se había empeñado en encontrar.

Young and BeautifulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora