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-Te amo.
-Mentira. Tu no me conoces.
-Como amigos, claro.- Una gran mentira, al menos de mi parte.
-¿Te conté de la vez que encontré un burrito en el parque?- No hacía falta que lo negara. Amaba sus historias, y siempre tenía una nueva. -El envoltorio azul rey resaltaba...- Golpes, risas y pisadas. Los saqueadores no se habían ido. A veces, él y yo los escuchabamos en silencio, no debían oír a mi platónico. Esa era una de las razones por las cuales no nos habíamos reunido. Yo si salía, a veces. Por las noches mientras él dormía yo me recostaba afuera del refugio y miraba las estrellas. Nunca me dijo donde se escondía, ni como había sobrevivido tanto. Me preocupaba por él, despertaba algo en mi, una especie de instinto materno.
No sabía como era él, nunca quise preguntarle por su aspecto. Asi pasaba el rato, imaginandome las combinaciones más raras que podía, para luego juntarlas con su voz. En ese punto todo lo que había creado se esfumaba, siempre me concentraba en la boca que todos mis personajes de ficción compartían. Siempre la misma.

PlatónicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora