Pánico
Mis bellos ojitos de princesa se abrieron al sentir la luz del sol; por su posición supe que eran las quince horas, una mañana tranquila y soleada, el momento perfecto para despertar. Mi sirviente se encontraba trabajando en el estudio, como debe ser; mis hermanas estaban por ahí, haciendo lo que suelen hacer, realmente nunca me interesó; y yo, la ama y señora de la casa, estaba cómodamente recostada en la silla favorita del sirviente. Después de una rápida ducha, decidí que estaba lista para iniciar las actividades que, como realeza, me corresponden.
Es muy importante hacerle entender al sirviente que soy su dueña, así que me acerqué a él y le ordené acariciar mi elegante pelaje; al principio se mostró reacio, pero solo bastó levantar un poco la voz para que obedeciera. A veces pienso que está roto, pero bueno... no tengo otro. Un rápido vistazo al estudio hizo que me percatara de un faltante: el cordón real. Recordé que colgaba sobre el librero, junto a la basura que el sirviente acumula en mis escondites; no obstante, el cordón real no se encontraba ahí. Realmente es muy desagradable no encontrar las cosas donde las dejo, en fin, como el sirviente se encontraba trabajando, me vi en la penosa necesidad de buscarlo por mí propia cuenta. Todo apuntaba a que una de mis fastidiosas hermanas había sido la encargada de hacerlo desaparecer, así que partí en su búsqueda.
Pena
Como todas las mañanas, mi protegido intentaba levantarse de su cama mientras yo me mantenía en mi puesto, arriba del armario, protegiéndolo de los intrusos de la noche. Pero él simplemente no podía despertarse por completo, su ruidoso aparato sonaba al menos unas ocho veces desde las seis de la mañana. Yo intenté animarlo con algunos gritos, pero fue inútil, así que me acerqué a ver si seguía vivo. Me deslicé hábilmente sobre su grotesco cuerpo humano hasta llegar a su cabeza y tocarlo. ¡Funcionó! Se levantó y me recompensó con una suave caricia, de inmediato le indiqué que hacía falta alimento y agua, la mínima recompensa que pido por mis servicios como guardiana del hogar. Pensé que me seguía, pero se desvió a su baño y cerró la puerta, señal de que tardaría entre quince y treinta minutos; dependía de si se llevaba o no su aparato. Ya que él estaba seguro, decidí dar una ronda por la casa.
Empecé por la sala, donde mi hermana Artemisa estaba a medio despertar, con el cuerpo completamente estirado, abarcando todo lo que podía del sofá para tres personas; me acerqué a ella y le limpié la cabeza para que despertara y me ayudara a vigilar a mi protegido. Ella me empujó y se levantó para estirarse, aproveché para hacerlo yo también; después fui al estudio, debía estar libre de peligros para que mi protegido pudiese trabajar en paz. Fue entonces que vi un cordón negro que colgaba de los libros, un claro objeto con el que podía tropezarse; él es realmente torpe.
Me acerqué con discreción y comencé a darle zarpazos con mis patitas, intentando hacerlo caer, pero fue inútil, estaba bien atorado; así que lo ataqué con todas mis fuerzas hasta derribarlo. Después de una clara victoria lo empujé con mi patita hasta que estuvo fuera del camino y no representara peligro alguno.
Artemisa
Fue una mañana terrible, la recuerdo bien. Mi hermana Pena me despertó diciéndome: «Mi protegido está en el baño, avísame cuando salga». ¿De cuándo acá, yo tengo que hacerle favores? Como sea, me la quité de encima y me estiré, ella hizo lo mismo antes de irse al estudio del humano. Tenía sed, así que bajé del sofá y caminé hacia mi platito de agua, pero lo que encontré no tenía precedentes.
«¡Vacío! ¡Está vacío!», mis maullidos no eran escuchados, así que fui a buscar al humano para que hiciera sus deberes de humano. «¡Humano, sé que estás ahí! Mi hermana me dijo», maullaba y maullaba, pero el ingrato no abría la puerta, tuve que tocarle en repetidas ocasiones para que abriera.
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Entre libros, escritos y gatas
Short StoryArtemisa, Pena y Panico, son tres gatitas completamente diferentes en su forma de pensar y actuar, ellas se ven obligadas a convivir con su humano. En esta antología de cuentos, cada una narra desde su persepectiva, cómo es sobrellevar su existencia...