''ACEPTA LA VIDA COMO UNA BONITA MENTIRA Y LA MUERTE COMO UNA TRISTE REALIDAD''
El trayecto se me hace corto. La mujer, que no me ha dicho cómo se llama y a mí me da vergüenza preguntárselo a estas alturas, es simpática y saca tema de conversación sobre cualquier cosa. Casi no tengo que hablar, y agradezco también el hecho de que no haya preguntado cómo he llegado hasta aquí, con estas pintas. Doy las gracias de todo corazón por las molestias y me bajo del camión, a tan solo seis calles de mi casa. Gracias a esta gente, pienso, aún no se ha extinguido la raza humana. Camino en silencio mirando al suelo hasta el portal. Según el reloj de la cruz verde de la farmacia, son las nueve y diez de la mañana. Cuando llego a casa me doy cuenta de que no tengo llaves, me las dejé en el abrigo, en casa de Lucía, y tampoco móvil, así que muy a mi pesar llamo al telefonillo. Me va a caer una buena bronca, una bronca alucinante. Una vez, dos veces, tres. Nadie me abre, puede que no haya nadie en casa, pero aún así llamo una cuarta. Oigo cómo se descuelga el teléfono y la respiración de mi padre.
-¿Quién?
-Yo.
Espero a que suene el timbrazo que abre la puerta, pero solo oigo colgar el teléfono. Vuelvo a llamar, pero nadie me abre, ni descuelga, ni nada, así que espero en la calle fría un rato, y cuando me doy cuenta de que no hay forma de entrar en casa, tiro la toalla y me marcho. Me desvío al camino que da a mi rincón, en la montaña, a las afueras, que no está muy lejos de casa. No necesito que nadie me vea con este aspecto, a pesar de no tener ni una pizca de dignidad, orgullo, o amor por una misma. Busco un sitio que esté algo escondido, donde nadie pueda verme y pensar que estoy muerta, como en la fiesta, y me tiro a la hierba de cabeza, literalmente. Me quedo ahí tumbada, boca arriba y sin hacer nada y al rato me quedo dormida. Cuando despierto el sol está a punto de ponerse y ya se me ha pasado la resaca por completo, así que me encuentro bastante mejor. Me supongo, por la luz, que serán cerca de las seis. Me muero de sed, por eso trato de buscar una fuente, pero no hay en ninguna parte. Hoy está saliendo todo a pedir de boca, desde luego. Trago toda la saliva que puedo para humedecer la lengua, que está más seca que un estropajo, y camino arrastrando los pies hasta casa. Creo que a estas horas estará mi madre en casa, o mi hermano, y quizá ellos me abran la puerta. Cuando llego al portal vuelvo a llamar al telefonillo, pero nadie me responde. Maldigo mi existencia en este mundo y me dejo caer en el suelo. Una vecina que vuelve de la compra me saluda y abre el portal, así que la ayudo con alguna bolsa, ya que está bastante mayor, y subo hasta mi piso. Me aseguro primero de que no hay ningún vecino escuchando, y entonces vuelvo a llamar al timbre. Nadie responde.
-Por favor, abridme. Lo siento.
Vuelvo a llamar, pero nada. Oigo pasos en casa.
-No podéis dejarme fuera eternamente. Papá, ábreme.
Nada. Empiezo a enfadarme. Sé que no ha estado bien irme sin avisar, sé que no ha estado bien desaparecer, pero necesito entrar en casa, beber agua, comer algo, ir al baño y ducharme. No es que adore mi casa, ni que no esté deseando cumplir los dieciocho cada puñetero segundo de mi vida y marcharme lo más lejos posible, más bien todo lo contrario, pero necesito entrar. Es mi casa, joder.
-Por favor, de verdad que estoy muy arrepentida. Dejadme entrar.-susurro a la vez que apoyo la cabeza en la puerta de madera.
Para mi sorpresa los pasos se acercan hasta la puerta, y es mi madre la que abre. No soy capaz de mirarla a los ojos, y camino avergonzada hasta mi habitación. No me saluda, no me pregunta, no me riñe, solo cierra la puerta detrás de mí y vuelve a acurrucarse frente a la tele, donde un par de hermanos decoran una casa. La puerta del despacho de mi padre está cerrada, y mi hermano está en su cuarto, creo. Me desnudo nada más llegar y me meto de inmediato en la ducha. El agua sale helada, pero me da igual. La pintura de mis ojos termina de correrse por completo, y mi pelo rizado y enmarañado se alisa bajo el agua. Me duele todo el cuerpo, que aún tengo lleno de moratones, heridas y mordiscos. Después de más de cuarenta minutos bajo el agua me envuelvo en una toalla y salgo. Ya no huelo a alcohol, maría, sudor ni lágrimas. La fiesta de anoche es solo un recuerdo borroso que quiero acabar de olvidar por completo. Aunque casi no me acuerde de nada. Bebo del chorro del grifo hasta que siento que me duele el estómago, y una vez satisfecha, me pongo el pijama, me recojo el pelo y me encierro en mi habitación. Ya soy persona. O al menos a medias, si quitamos todo eso de monstruo inmortal.
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VALENTINA
Fiksi Umum''Estoy haciéndolo bien, pero realmente me siento como si me condenaran a muerte. Y siendo yo es una completa ironía... Llevo ya dieciséis años muerta.'' Valentina es básicamente un conjunto de baja autoestima, continuo estado de ánimo nulo, desenga...