𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟸𝟹 - 𝚌𝚒𝚎𝚕𝚘, 𝚖𝚊𝚛 𝚢 𝚝𝚒𝚎𝚛𝚛𝚊

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Búsquedas, olores distintos, esa noche fue la más pesada para Pelusa mientras que Estrella y los demás desesperaban por encontrarla.

Pero, cuando la luna terminaba su marcha por su cielo...
Ahí, Estrella, ya molesta y desesperada por el miedo de que Pelusa podía estar viviendo algún horror, entró a esa comisaría.

Entró ahí en forma de gato, colándose entre rejas, y logró ingresar al lugar.

Sus ojos ámbar se clavaban en cada punto que su vista alcanzaba, sabía que había cámaras así que con astucia rompió cada una de esas cámaras y le fue fácil oler el olor a canes cuando estos se acercaban a ella.

Israel se posó en el techo con su arco, Lautaro estaba como refuerzo y Katy entró con Estrella.

-Delata a tus amigos y las ubicaciones de sus bases o mueres - dijo el can fríamente, a punto de ahorcar a Pelusa para matarla.

-Los verás cuando vengan a vengarme. -

ya no tenía fuerzas, aunque aún pequeña parte de su coraje seguía viva como una llama después de un incendio, temblaba ligeramente y trató de mantenerse firme frente a la soga lista para acabarla.

En el silencio, los cuerpos cayeron limpiamente al suelo frío de forma pesada, con la vida yéndose lejos de sus manos rápidamente, lejos, mientras su sangre se helaba, sus ojos ya tan desesperados no podían hacer nada más que morir cristalinos y vacíos.

Todo era improvisado para los felinos, y tenían que actuar rápido.

Estrella se apresuró a tomar una de las armas que usaban los policías muertos, estos olían y tenían un par de pelos de perro en sus uniformes.

No había nada más que hacer para Pelusa, ya que pronto y violentamente la silla debajo de ella cayó a un lado y la soga apretaba su cuello.

El can, estaba frente a ella observando con total calma como la felina se apagaba junto a sus ahogados gritos y quejas por la falta de aire y el miedo.

No había más fuerzas para luchar, la luz solitaria le indicaba que fallecería ahí mientras sus ojos se cerraban, eran tan pesados al igual que su cuerpo como para abrirlos y creer en la esperanza.

En su agonía terminal, con sus pies flotando sobre el suelo y su cuello apretado, escuchó carne siendo atravesada por algo filoso, además de una queja ahogada por ello.

Apenas pudo ver a Estrella detrás, con Katana en mano y con su respiración alterada, y rápido cortó la cuerda que sostenía a su compañera del cuello.

-Pelusa!! Pelusa, estamos aquí, mírame, por favor, ¡¡mírame!! - dijo sosteniendo entre sus brazos el cuerpo de la felina.

-Hay que sacarla de aquí rápido, vamos antes de que se den cuenta.

La mayor llevó a la menor en brazos, tratando de mantenerla despierta también, y hablándole.

-Ya, vámonos, baja Lautaro- ordenó Israel, ambos bajaron y el grupo corrió otra vez a la base en la que se alojaban temporalmente para que atendieran a Pelusa.

La pobre temblaba, asustada por lo que tuvo que vivir, y viendo como era llevada por otros gatos con urgencia a la enfermería de la base. En ningún momento ella habló, en ningún momento ni si quiera tartamudeó una palabra, pero la conmoción en sus ojos mostraba su horror.

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Los días pasaron, Pelusa decía muy pocas palabras y se alejaba de todos, solo le tenía un poco más de confianza a Estrella.

También estuvieron intentando atrapar a más de los canes, se mantuvieron alerta y había menos descansos para los encargados de la guardia.

-Oye... Y, ¿tú nombre felino es Lautaro igual? - dijo el más alto, mirando el cielo y el paisaje.

-Mmm... No. Mi nombre de gato es Salem.

- ¿Salem? - Israel sonrió y rio al escuchar el nombre-. ¡¡Cómo el gato de Sabrina, esa, la de la serie!!

-Si, ya me lo han dicho- sonrió levemente- ¿Y tú? ¿tienes otro nombre?

-No, solo soy Israel, si, ya sé que tengo que buscar apellidos y hacerme mis documentos.

- ¿No tienes documentos? ¡¿Entonces como entras a lugares que los necesitan?!

-Contactos. - rio y sonrió orgulloso de ello-. Tengo experiencia, Lautaro.

-Hay cosa que ustedes no hayan hecho? Ya no entiendo, ¿Por qué has vivido tantas cosas? 

—Porque simplemente la vida ha querido todo esto para mi.

A partir de esos días, más ataques caninos llegaban, los meses pasaron con angustia para Pelusa, entre humo de incendios por el suave y ligero viento sur, que acogía a los viajeros felinos que en metros y trenes continuaban su viaje

Los felinos más pequeños empezaron a crecer, quedando a cargo de Katy y de Pelusa. La última aún no decía casi ninguna palabra, solo se quedaba en silencio y lo que salía de su boca solo eran pequeños ruidos. Los niños sin comprender aquello, la abrazaban y hacían coronas de flores para ella

Entre cantos, sonrisas, penas, sangre y amores perdidos en el lento viento tibio de las tardes lluviosas y cielos rojos, todo parecía perderse en los vacíos ojos de los trabajadores, que cuando el sol fallecía volvían cansados con sus suelas gastadas a abrazar a su familia.

Todo parecía perderse en el cielo, el mar y la tierra, dónde el polvo retornaba a ser humano para retornar otra vez al polvo, que alguna vez fue una estrella.

Bajo los árboles de araucaria bajo lluvias frías que parecían no terminar por la eterna angustia de las nubes, allí pasaba todo.

—Que quieres? Gato sarnoso, de aquí no saldrás vivo — dijo entre risas un hombre, que parecía ser una especie de ladrón

—No lo creo. — rápido sacó un arma y otros gatos saltaron detrás, disparando a todos los caninos presentes

Cuando ya la sangre había derramado sobre el suelo, dejando caminos rojizos macabros, el felino fina y educadamente dejó una nota en el suelo con lentitud, que decía:

"¿Quieren armas, poderío y control?
Venid a por él."

𝙱𝚊𝚓𝚘 𝚕𝚊𝚜 𝚝𝚛𝚊𝚐𝚎𝚍𝚒𝚊𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora