-Capítulo 5-

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—¡Eso es lo más estúpido que he escuchado en la vida! ¡ella nos salvó, obvio es una heroína! —gritaba Alya a Kim, quién había tirado pestes a Ladybug tras su primera aparición.

—Está disfrazada de bicho. Además, no sabemos quién es, no sabemos si está de nuestro lado en verdad o si quiere que confiemos en ella para después atacarnos por la espalda —él se mantenía con los brazos cruzados y el mentón ligeramente levantado. Parecía indignado.

—¡Tú lo que eres es un orangután que poco sabe de las cosas!

—Vamos, Alya. Solo eres una reportera barata que se encarga de difundir quien se saca los mocos a escondidas en los casilleros —intervino ahora Chloé—. Te aseguro que si supieras quien es Ladybug, ella ni siquiera te dirigiría la mirada.

Marinette frunció el seño, eso era lo más equivocado del mundo. Si tan solo Alya supiera que Ladybug es su mejor amiga, pensó. Alya azotó las manos en el escritorio, molesta. Después, salió azotando la puerta. Se había vuelto la fan-número-uno-del-mundo de Ladybug y no permitiría que le dijeran eso.

Adrien entró momentos después. Observaba a Marinette de forma extraña, como si la odiara y, a la vez, como si no quisiera odiarla. Él se sentó y luego ella fue hasta donde se encontraba, pues aún no llegaba su profesora.

—¿Te sentó bien la manzana? ¿aún te duele la cabeza? —se sentó a su lado.

—Uh... eh... sí, todo bien.

—Tal vez tengas fiebre y vayas a enfermar —tocó su frente, pero Adrien quitó rápidamente la mano—, lo siento.

—No... es que, no me gusta que me toquen —se encogió de hombros.

Marinette asintió y se quedó en silencio. Volvió a su lugar y Chloé la fulminaba, como de costumbre. Abrió su libreta y en la última página comenzó a dibujar mariquitas.

—Chicos, disculpen la tardanza. —Madame Bustier entró a prisas al salón, pero no venía sola—, fui por la nueva integrante del grupo y le ayudé a dar de alta algunos de sus documentos. Por favor, puedes presentarte.

Una chica preciosa se puso frente a todos. Tenía las manos atrás y se veía avergonzada; al observarlos, sus mejillas se tiñeron. Tenía el cabello largo y ondulado, color rojizo, y ojos verdes.

—H-hola compañeros, mi nombre es Alizee Dubois, espero que podamos llevarnos muy bien.

Adrien la examinó de arriba hacia abajo; se veía muy básica y sumamente falsa. Pero algo se le hacía extrañamente familiar. Sabía que la conocía o la había visto en algún lado y, como respondiendo a sus preguntas, la chica mencionó:

—He trabajado con el exitoso diseñador Gabriel Agreste —todos soltaron un jadeo de sorpresa, incluso Marinette—, así que si, Adrien, soy yo.

Bingo, Adrien sabía que la conocía. Había posado junto a él para un comercial del día de San Valentín, su padre lanzó una nueva fragancia y la chica grabó el comercial con él. Luego, una sesión de fotos sosteniendo el patético empaque del perfume.

—Bueno, ya que se conocen puedes sentarte junto a él.

Nino no estaba, había salido tras Alya cuando ella salió molesta. Marinette sonrió una punzada de celos que jamás admitiría. Alya sabía que Adrien la había vuelto loca después de la escena del paraguas y la sudadera, sudadera que aún se encontraba en algún rincón de su recámara.

—¿Cómo has estado? —preguntó Alizee.

—Igual que siempre.

—Si, ya veo. Sigues igual de expresivo que siempre, cariño.

Marichat: El inicio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora