cinco

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Honestamente, me tenía un poco mosca el hecho de que Enzo no me hubiera comentado su ruptura con Sofía. Intenté no darle demasiadas vueltas al asunto. No es que me molestase, pero creía que se sentía lo suficientemente cómodo conmigo como para contarme sus cosas. Vaya, que no tenía que descubrirme cada secreto de su alma, pero éramos amigos. Los amigos se cuentan esas cosas, líos amorosos y demás. A mí mis amigas siempre me estaban contando todos sus dramas sentimentales.

Me encargué de hablar con Bayona para el tema del cumpleaños de Enzo, y cuando obtuvimos el visto bueno, Juani y Pipe fueron a hablar con los nutricionistas para arreglar todo el tema de la dieta. Les mandé a ellos específicamente porque tenían los ojos de corderito perfectos para convencerles de que nos diesen un poco de manga ancha por un día. Domaris Gaztambide resuelve.

Mati y Agus se encargaron de avisar al resto de los chicos del plan para el domingo y unos cuantos bajaron en algunos de sus tiempos libres para buscar el regalo de Enzo. Crearon un grupo sin él para poder enviar fotos de los productos y poder elegir entre todos qué nos gustaba y qué no. Terminamos eligiendo un caballete de madera de haya multiusos, un set de 24 pinceles, 36 colores de pinturas al óleo de tintas de base de aceite, una paleta y un pack de lienzos de 30x40. Simón Hempe y Diego Vegezzi lo tenían todo escondido en su habitación.

—Creo que va a ser más fácil dárselo todo cuando volvamos de Pampaneira que bajarlo en el coche —dije, viendo que al final eran bastantes cosas y el caballete resaltaba bastante. Sobre todo con el papel de envolver tan vistoso que Blas había elegido.

—Sí, pensé lo mimo -asintió Diego—. Capaz no volvemos muy tarde, el lunes volvemos a grabar.

—Dejalo todo acá hasta que volvamos, no suele entrar nunca a nuestro cuarto.

Asentí con la cabeza, pasando un brazo por los hombros de Simón.

—Perfecto. Gracias por hacer de armario, chicos —reí.

—Para eso estamos, che.

—Va a quedar chocho Enzo con todo lo que armaste —dijo Diego.

—Ha sido cosa de todos.

—Pero vos sos el cerebro de la movida.

—Solo quiero que lo pasemos todos bien. Es su cumpleaños.

—Veintinueve primaveras. Se ta' poniendo grande ya, viste.

—¿Vos cuántos cumplís este año? —me preguntó Simón.

—Veinticuatro. ¿Por?

—Nada, curiosidad, nomás.


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El domingo 20 por la mañana nos levantamos todos a eso de las ocho de la mañana. No voy a mentir, me daba una pereza horrible, pero se tardaban casi dos horas en llegar a Pampaneira y queríamos aprovechar para poder ver bien todo el pueblo. Y no podíamos salir mucho más tarde de las siete de la tarde para poder estar de vuelta pronto, así que tocaba madrugar. Esperaba que Mati y Agustín se las ingeniasen lo suficiente como para convencer a Enzo de salir de la cama y ponerse ropa decente sin que sospechase del todo lo que estaba pasando. Nos dividimos en varios coches y me aseguré de pasarles la ubicación correcta a los respectivos conductores para que nadie se perdiera. Yo iba en el coche con Enzo, Agus y Mati. Ya íbamos pareciendo los cuatro mosqueteros yendo siempre juntos. El resto de choches salieron antes de que Enzo bajara al aparcamiento.

—¿Dónde vamos? —preguntó cuando nos vio dirigirnos al coche.

—Quiero ir a comprar algo al pueblo -me excusé.

hielo y sal | enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora