La Escuela de los Condenados

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Los chicos marcharon de la casa de Macky y fueron hasta la institución de educación católica a la cual asisten Macky y Cris: La Escuela de los Condenados.

Siendo 14 de febrero, es de esperarse que las puertas de la escuela estén cerradas.

Macky no hace más que quejarse.

—¿Para qué me hicieron venir? No hay clases hasta el mes que viene.

Cris cada minuto saca su celular para ver la hora con ansiedad. Son las 12 del mediodía. Se rasca la cabeza, nervioso, intentando tomar valor para inventar cualquier excusa que lo libere de las garras de su diabólica hermana.

—Tengo que irme, el Dr. Estafa me escribió para un encargo.

Pero sus planes de mandar todo al carajo se derrumban cuando Kat abre las puertas de la escuela y los invita a todos a entrar.

Intenta seguir al grupo para enfrentar a Kat, se sumerge en una oscuridad manchada con luces violetas y rojas. Monjas y curas beben y fuman, mientras los alumnos bailan al ritmo de una fuerte música electrónica que retumba desde los parlantes de cada esquina del sum. Cris no sale de su asombro.

—¿Una fiesta?

—¿Cómo carajos hiciste para que las monjas te dejaran hacer una fiesta en la escuela?

—Les di una bolsita de harina que estaba en la sala de nuestro cuarto.

A Cris no le cierra que le entregaran un establecimiento educativo a cambio de harina, pero recuerda que lo más parecido a una bolsa de harina que había en la sala era el medio kilo de cocaína que debía entregar a la tarde. Palidece de la angustia y por un momento se le corta la respiración —Kat. Ese... era el pedido que tenía que entregar hoy.

Intenta mantener la calma, pero su paciencia se quiebra y reacciona de forma violenta contra su hermana tomándola del cuello y agitándole con furia.

—¡TE VOY A MATAR!

—Si no recuperas esa bolsa ¡Estoy muerto!

Ella lo aparta con toda la fuerza de sus brazos y alza la voz para aclarar las cosas.

—¡TRANQUILIZATE IDIOTA! Ya le dije todo al doctor— Cris se lleva una mano a la cabeza agitándose por una nueva preocupación —¿Qué le dijiste?

La conversación se dispersa entre la música electrónica que suena cada vez más fuerte, la música es interrumpida cuando una voz de pito inconfundible intenta comunicarse por el altavoz.

—Esta fiesta es patrocinada por el Dr. Estafa y las monjitas de la congregación "Los condenados de Dios".

Cris voltea buscando una cara conocida y el reflector apunta hacia una esquina del salón, que expone la figura de dos jóvenes monjas que parecían estar demasiado cachondas, jugueteando con las manos del Dr. Estafa, mientras él disfruta tomando una botella de agua. El Dr. Estafa le dirige una sonrisa al muchacho y lo saluda de lejos. Cris se abre paso entre cuerpos sudados y hacinados hasta llegar donde se encuentra su jefe. Intenta levantar la voz lo más alto que puede.

—¿Usted se da cuenta de esta locura? —a lo que el Dr. Estafa responde con relajo: —¿Cuál locura?

—Esto es una escuela y le está vendiendo éxtasis a los estudiantes.

—No es éxtasis— el Dr. Estafa desenrosca la tapa de su botella de agua, bebe un largo trago y lo corrige—es Rikers.

Cris se lleva una mano a la cara, suspira para aclarar sus ideas en su cabeza. No es la fiesta en la escuela lo que le indigna, tampoco que monjas y estudiantes estén dopados hasta el culo de Rikers, ni que su propio jefe hiciera dinero sin su ayuda. El verdadero motivo por el cual está enfadado es que Kat, se tome tan a la ligera estas cosas, lo arrastre para hacer cualquier locura y que a ella le resulte tan fácil organizar tantas cosas por motivos magníficamente delirantes, mientras él se arriesga el culo trabajando. Por lo que improvisa cualquier pretexto para terminar con la fiesta que su propia hermana organizó.

—El problema no es la fiesta, es el propósito.

—No me parece mal que un grupo de adolescentes quiera revivir el amor en el mundo.

Cris, incrédulo, le dice—Y lo van a hacer vendiendo drogas a maestros y estudiantes en una escuela.

—Así es. —el Dr. Estafa vuelve a tomar otro sorbo de agua —La gente se divierte, las chicas hacen lo que quieren y yo recibo dinero. Todos ganan.

Una vez más Sofi y su poderosa voz de pito se apoderan del micrófono—Nosotras "Las guerreras del amor" queremos hacer esta mención especial para todos ustedes.

Mackenzie protesta entre la multitud—¡Que nombre más culero Sofi!

—¡Quiero decirles a todos!, que no importan las adversidades ni tampoco las cosas malas que pasan en la vida... ni tampoco importan la pobreza ni la enfermedad ... lo importante en la vida es... ¡QUE NO FALTE EL AMOOR! — Hizo especial énfasis en esta última palabra, poniendo toda su energía en ella y solo eso bastó para que el público festeje, sin que nadie tuviese la menor idea de lo que estaba hablando.

Macky ve que todos se divierten y quería sentirse parte de eso. Decide dejar atrás su amargura y sube al escenario con las chicas.

Todos se están en ese mundo de euforia, drogas y música fuerte, divirtiéndose, nadie se percata de que se oyen un par de estruendos.

¡PUM! ¡PUM! Todos hacen caso omiso a los ruidos creyendo que es parte de la música.

¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! Y no fue hasta que uno... dos cuerpos que caen inertes al piso y los gritos de euforia se convierten en gritos de terror.

Kat manda a apagar la música. Y todos se hacen la misma pregunta —¿Qué es lo que está pasando?

Corazoncitos de chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora