-pranks in the paddock.

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2029; Inglaterra. ]


El sol de la tarde bañaba el patio trasero de la encantadora casa de George con su cálida luz dorada, mientras nos sentábamos alrededor de la mesa de picnic. La brisa suave mecía las ramas de los árboles cercanos, llevando consigo el aroma de la comida que preparaban los chicos en la parrilla.

Los niños correteaban alegremente por el césped, llenando el aire con sus risas y juegos, sumando una melodía feliz al ambiente.

Las agendas de los pilotos de Formula 1 solían ser apretadas, pero habíamos acordado que sin importar que, al menos una vez al mes debíamos vernos. Así que ahora nos encontrábamos en una reunión casual para almorzar, un momento de relajación y conexión entre amigos, aunque éramos más bien una enorme familia.

George, nuestro anfitrión, irradiaba alegría y hospitalidad mientras nos recibía con una sonrisa acogedora, y se volvía loco con que todo estuviera perfecto.

Enzo y Chesco, por otro lado, eran como pequeños torbellinos de energía y curiosidad, exploraban el jardín con entusiasmo y compartían su asombro con sus tíos, entre risas y gritos de emoción. La pequeña Bianca descansaba cómodamente en los brazos de Victoria, uno de los pocos lugares en los que se quedaba tranquila, parecía estar disfrutando de un momento de paz y tranquilidad en medio del bullicio.

A mi alrededor, todos conversaban animadamente, compartiendo historias y risas en un ambiente de camaradería y afecto.

Lando, con su característica sonrisa traviesa, intercambiaba bromas con Charles y Pierre, mientras George y Max compartían anécdotas de carreras y momentos memorables en la pista.

Fue en medio de esta atmósfera de alegría y compañerismo que surgió una conversación para la cual nadie me había preparado.

—Aun no me creo que, de todos los pilotos y gente de la parrilla, solo George y tú hayan besado a Saya. —comentó Max, mirando a Charles con curiosidad mientras se encontraba terminando de traer algunas cosas a la mesa.

Charles se encogió de hombros con una sonrisa pícara.

—Supongo que tuve suerte.

Pierre, que estaba cerca, murmuró algo entre dientes, atrayendo la atención de Charles.

—Yo estuve a punto de hacerlo.

Charles se volteó rápidamente, sorprendido.

Casi podía notar como se preparaba para lanzarse sobre su amigo.

—¿Qué?

Pierre se hundió de hombros, sintiéndose un poco incómodo bajo la mirada inquisitiva de Charles, mientras la risa de Max sonaba a nuestro alrededor.

BoB (drafts) | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora