Prólogo.

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Cada mañana pasa sin despistes, cada mañana pasa sin un sólo silencio por su completo alto, cada mañana se encuentra el mismo Don Juan parado en la esquina del vagón, cada mañana me encuentro sentada en ese listón; el miedo tras de las miradas nunca fue tan agobiante ante la propia.

- Ahí - señaló.

Ni la propia Mrs. Yoko era tan inestable para olvidar la mañana de ese 11 de marzo: Inerte y sensible, una opaca mancha se plasmó entre esos asientos rojizos. Con la estilizada barbilla sobre esas sombras, dos grandes verdades andantes.

- Le conocen cómo una mujer agridulce, debe ser parte de esa pandilla de vándalos - mencionó.

Nunca comprendí el afán de Yoko por dar una categoría tan basta, aunque no me daba la voz para reconocer que pareciera de ese grupo escolar. Ella, con dos trenzas aladas y oscuros colores a su alrededor.

Era la primera vez que le veía en esos lares, era la primera vez que le veía en vida. Nunca podría saber del destino que esas fachas podrían dar.

Al paso del primer túnel colonial, la primera estación hacía Atocha, dónde ella desapareció de la faz de ese vagón. Le seguí con esa mirada pícara tras esos cristales, la única vivaz en ese centenar de material.

- Vamos, no creo, aseguró que eres la más obvia - se burló.

Y quizás lo fuera. 

[WEDNESDAY] Jueves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora