Mary ha tratado de mantener a las niñas al margen, ha tratado de quitar el acceso a cualquier aparato que les diga qué mami y papi están desatando una posible guerra civil. Durante estas semanas ha habido momentos de todo y aunque muchas veces ha querido tirar la toalla y salir por la puerta, hay algo tan pesado pero invisible que no le permite abandonar esta telenovela.
Ama a su hija y a sus nietas, pero gracias al resultado de las decisiones ajenas, no ha tenido siquiera tiempo de llorar la muerte de su esposo, con quien compartió más de cuarenta años. Está muy enojada con Christopher, con Louise, incluso con las pequeñas, pero, sobre todo, con ella misma.
Hace meses soñaba con por fin viajar con su esposo, de poder hacer todo aquello que se tiene como recompensa por seguir con la vida monótona durante años, pero nuevamente, la vida se puso en el camino, y ahora se encuentra con responsabilidades hasta el cuello, pero más sola que nunca.
Ya no está Johnny que, a pesar de haber tenido tantos defectos, era su roble. Nunca había entendido a las personas que bebían por desesperación, por soledad, pero ahora, una botella diaria que ponen en el refrigerador es su único consuelo, la hace dejar de sentir tanto dolor.
Pam ha empezado a notar qué está tomando, empieza con sus preguntas, pero a Mary le importa un comino. Siente que todo lo que ha sacrificado durante tantos años le ha dado el derecho de hoy hacer por lo menos una cosa mal.
Siempre se había apegado al rol, desde pequeña nunca desobedeció una regla, con sus padres fue una hija ejemplar, la cuarta de cinco hijos, tres de ellos gente extraordinaria, con talentos. Ella siempre se había considerado una mujer promedio, estándar y, a pesar de haber sido totalmente opacada por los triunfos de sus hermanos, nunca le molestó estar detrás, era muy cómodo.
Fue en un baile de su secundaria donde por primera vez pudo saborear lo dulce que es ser notada, que es ser elegida. Un tierno joven de ojos cafés y cabello rizado fue a buscarla a la mesa donde se encontraba. Todas apostaban que el muchacho iba por las manos de su mejor amiga, pero la eligió a ella, sin pensarlo.
Bailaron por horas. Recuerda que aquella noche no dejó de llorar, alguien la había notado. Y la siguió notando todos los días a partir de ese. El cambio en el tinte de pelo, la compra de un vestido nuevo, tristeza en sus ojos, él siempre lo sabía.
No fue un hombre de dinero, si hubo un rasgo distintivo de su relación fue la inestabilidad económica que derivó en demasiadas peleas y, aunque el divorcio en algunos momentos hubiera sido una espléndida solución, Mary sabía que estaba destinada a estar toda la vida a lado de ese hombre.
El divorcio para ella era para gente holgazana, gente fracasada, pero hoy más que nunca desea haber cambiado la perspectiva de la disolución matrimonial en la vida Louise, quizá nunca habrían llegado a este punto.
Pero ella fue la encargada de hacerle notar a su hija que separarse de su esposo era la peor decisión que podría tomar. Mary lo admite, tenía un pequeño enamoramiento por lo que representaba Christopher, además se hizo adicta al sentimiento de ser notada y al ser la suegra del héroe del país, eso se convirtió en un hábito más hasta que llegó a ser agotador.
Ahora está sentada en una pequeña terraza de la casa de protección donde se encuentra con sus nietas, que a pesar de ser mejor que la primera, sigue sintiéndose como una prisión.
Le dice a su copa una y otra vez que ella no eligió esta mierda, que ella debería estar con su esposo conociendo una pequeña parte del mundo.
Le cuenta a su amiga de cristal que todo esto pasó por haber criado a una mujer con voz, ya que, de haber optado por otro método de educación, Louise nunca habría salido siquiera de su pueblo natal. Agrega a su oración anterior que nunca deseó tener una mujer, ya que de una u otra forma la vida les quita todo: la belleza, la juventud, el deseo y lo que más les importa en el mundo. Le dice que a sus nietas no les espera algo mejor y que la historia se repetirá.
ESTÁS LEYENDO
Las mujeres del héroe
Ficción GeneralLouise está segura de dos cosas: ama a su esposo de manera desmedida e infinita, pero debe dejarlo. El sacrifico que implica ser la esposa y madre de las hijas del general Christopher Williams está costándole la cordura. Su decisión será una bomba...