109

204 17 1
                                    

Recuerda votar y comentar para que la historia pueda llegar a más gente

—Cuéntame algo para distraerme —le pedí.

Llevábamos una hora esperando, sentados en las sillas de plástico. Eran incómodos y se me estaban empezando a entumecer las piernas. Sabía que a Kaiden también, pero ninguno se quejó. Peinó las hebras de mi pelo con los dedos.

—¿El qué? —murmuró junto a mi oído.

Cualquier cosa me habría servido con tal de dejar de imaginar a Elvis anestesiado, completamente laxo mientras intentaban arreglar su ala.

—Algo que nunca le hayas dicho a nadie.

Necesitó unos segundos para pensar.

—Ya te conté por qué llevo las estrellas en los brazos. Pero no te he dicho por qué fueron estrellas. Cuando era pequeño me gustaba mucho la astronomía, muchas veces iba a la biblioteca a buscar libros sobre ella. Así que a veces, cuando era pequeño y no podía dormir, agarraba una linterna, abría la ventana de mi habitación y salía fuera, a la escalera de incendios, con uno de esos libros sobre estrellas. Lo abría de par en par en el suelo y alumbraba para ver las coordenadas y buscar esa estrella en el cielo. Lo hacía una y otra y otra vez, a veces hasta el amanecer. Me gustaba verlas y pensar que, aunque algunas ya se habían apagado, su luz seguía viajando hasta mí y lo harían durante años. Fue antes de que me diagnosticaran el trastorno. Después dejé de hacerlo y simplemente lo fui olvidando. Hasta el día que me hice el tatuaje, odiaba tanto ver esas cicatrices, que cuando miré arriba y vi todas esas estrellas supe que eran la solución.

Contorneé con cuidado las formas de tintas sobre su piel. Delineándolas con el dedo

—Creo que algún día me gustaría hacerme un tatuaje. Nunca lo había pensado, mi madre me lo tenía totalmente prohibido, por la imagen y las colaboraciones.

—¿En serio? ¿Y qué te harías?

—Quizás te copiara la idea de las estrellas. Las de mi habitación no hacen más que despegarse.

—Podrías tatuarte la constelación de Canis Maior, tiene la estrella más brillante del firmamento.

—¿No hay alguna de pájaros?

—Sí, claro, tienes a aquila. Un águila capaz de volar mirando al sol.

—Eso está mejor.

—Te llevaré al tatuador que me hizo los míos.

—¿Crees que la gente pensaría que es un tatuaje de pareja? —murmuré.

—Puede. Los dos llevaríamos estrellas.

—No me gustan los tatuajes de pareja. Creo que sobrepasa lo cursi incluso para mí.

—Wow, no sabía que tuvieras un límite.

Me encogí de hombros. Había conocido a demasiadas chicas que se los habían hecho para al final tener que borrarlos con láser.

—Podría ser nuestro tatuaje de no pareja.

—Me gusta como suena.

Durante unos segundos, ambos permanecimos en silencio. Tenía sueño, ahora que Kaiden estaba ahí, todas las noches en vela empezaban a hacerme efecto.

—¿Quieres hablar de lo que ha pasado? —preguntó.

—Ya lo has visto —respondí—. Se presentó en la puerta hecho una furia. Nunca lo había visto así, y fue perdiendo los estribos cada vez más.

Kaiden me observó con una mirada tortuosa; sabía lo que estaba pensando, en por qué Sean había aparecido y que él era el culpable.

—¿Fue por la denuncia? —preguntó asustado.

No quise responder. Me mordisqueé los labios agrietados y rotos en silencio.

—Sam —rogó.

—Quería que la retirara. Me negué —admití a regañadientes.

Odiaba saber que le estaba haciendo daño al decirlo. Sabía que la culpa lo carcomía por dentro. Acaricié sus manos ásperas.

—Si en algún momento quieres parar. Si decides que esto va a hacerte demasiado daño, no te sientas obligada a hacerlo. No soportaría que te hicieran daño por mi culpa.

—Y yo no soportaría que tú fueras a la cárcel cuando yo podría haberlo evitado.

Dejó un beso cariñoso sobre mi pelo. Adoraba que lo hiciera.

—¿Te hizo daño?

—Me empujó e hizo caer al suelo. Creo que me ha dejado la marca de sus manos en el brazo. Pero yo le hice más daño, le partí en la cabeza la lamparita de arcoíris que me regalaste.

—Déjame verlo —pidió.

—Kaiden... —Verlo solo lo torturaría aún más.

—Por favor.

Saqué uno de los brazos del interior de la chaqueta y me remangué el jersey todo lo que pude. Como sospechaba, las marcas de sus dedos seguian ahí, levementen rojizas; dejarían unos moratones que desaparecierían con el tiempo. Kaiden las miró en silencio, deslizando la mano con suavidad por la zona herida.

—¿Te duele?

—No, claro que no.

Solo ardía un poco. Pero él no tenía por qué saberlo.

—Deberías ir al médico antes de que desaparezcan, son una prueba de que es peligroso.

Eso habría sido lo correcto. Levantar un parte de lesiones que demostrara que Sean era una persona agresiva y sin control. Pero no me veía capaz de levantarme de esa silla.

—¿Me juzgarías si dijera que solo quiero esperar aquí a que me digan que Elvis está bien?

Negó con la cabeza.

—Claro que no.

—¿Quedarme me convierte en una cobarde? —pregunté.

—No. Quedarte te hace humana, Sam, muy humana.

***

Casi una hora después el mismo veterinario que nos había atendido al llegar apareció por el pasillo. Me incorporé de golpe, acercándome a él. Kaiden me siguió de cerca.

—Está bien —explicó sonriendo—. Despertará en un rato. Tendrá que quedarse aquí uno o dos días.

Agarré con fuerza la mano de Kaiden, intentando contener la emoción. Habría gritado y saltado de alegría allí mismo.

—¿Puedo verla? —pregunté.

No me importaba que siguiera dormida. Sentía que el corazón no me latería con normalidad hasta que pudiera verla con mis propios ojos.

—Sí, claro, adelante.

Tiré de la mano de Kaiden conmigo detrás del veterinario. Pasamos varias salas hasta llegar a unas jaulas. En una de ellas estaba Elvis.

Verla dormida tirada en el suelo me recordó al momento en que la había visto en mi apartamento.

Le habían envuelto las alas para que no pudiera abrirlas y hacerse daño. No dio ninguna señal de darse cuenta de que estábamos ahí.

—Tendrá que llevar las alas sujetas durante un tiempo, para que no intente volar y vuelva a abrirse la herida. Por el resto, volará distancias cortas.

Colé los dedos por los barrotes y alcancé a acariciar con cuidado su plumaje.

—Está bien —murmuré, intentando terminar de creerlo.

—Te dije que era un hueso duro de roer —me recordó Kaiden, colocándose a mi lado.

***
Aish, que casi se nos va nuestra Elviscita. Debo admitir que he sentido la tentación de matarla, pero me he contenido. Estamos cerca de la recta final de la historia *llora*, ¡pero cuando termine esta empezaré "Todas las flores del jardín" que es mi único consuelo, jajajajaja

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora