diez

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—¡Dale, loca! Ya vamos tarde —me apresuraba Juani desde fuera de mi cuarto.

—¡Voy!

Me puse los pendientes y me até una cadena de oro en el cuello. No recordaba la última vez que había salido de fiesta. En Granada, los chicos habían bajado a alguna discoteca durante las grabaciones en Sierra Nevada, pero para el final del rodaje allí, estábamos todos demasiado cansados, así que si hacíamos algo nos quedábamos en el hotel.

Me até los cordones de unos botines negros y cogí un bolso pequeño con el teléfono, la cartera y la llave del hotel. Me eché un poco del perfume que tenía en el baño y salí de la habitación.

—¡Epa! —gritó Juani. Sacó su teléfono y empezó a grabarme—. Devoraste con el outfit, reina.

Me reí, acercándome a él.

—¿Alguna vez te pones algo que no sea una musculosa, Juan Caruso? —pregunté, pellizcando la camiseta de algodón negra sin mangas que llevaba puesta.

—Es mi toque, ¿viste? Me re gusta la chompa. —Señaló la chaqueta de cuero que llevaba puesta. Me la había puesto para conjuntar la falda negra. Y para no morirme de frío.

—Era de mi madre —dije, con una sonrisa.

—Muy linda —asintió.

Bajamos en el ascensor hasta el lobby. Todos estaban esperando frente a la puerta corredera de la entrada. El primero en vernos fue Agustín. Le dio unos toquecitos a un reloj imaginario en su muñeca.

—Bueno, al fin. Casi me pilla el sueño.

—¡Callate, che! Lo mejor se hace esperar, ¿no ves? —dijo Juani, señalándonos a ambos.

—Sí, sí, muy lindos —dijo Matías, tomando mi mano para tirar de mí y que me diera prisa—. Ya vámonos.

—Qué prisa tienes, hijo.

—Quiero tomar. Hoy vas a tomar, ¿no?

Me encogí de hombros, siguiéndole el ritmo mientras nos introducíamos por las calles de la ciudad.

—Vamos viendo.

—Dale, quiero tomar con vos, nena.

—Un chupito —cedí—. Que no sea Jagger.

—Tequila.

Puse mala cara.

—De fresa.

—Ni en pedo —negó—. Eso es una pavada.

—A mí me gusta.

—Porque vos sos boluda.

—¡Matu! —llamó Agus.

Ambos nos detuvimos y nos dimos la vuelta.

—¡Por allá! Enzo me envió la ubicación.

—¿No viene con nosotros? —pregunté, refiriéndome a Enzo.

—Ta, viene después. Está con unos amigos, o algo así.

—Ah.

Llegamos a una zona bastante concurrida. Eran algo más de las once y media y ya se podía escuchar música bastante alta desde los bares y locales a nuestro alrededor. Yo me dejé llevar, siguiendo a los chicos.

—¿Vas a chapar hoy, Doma? —me preguntó Simón, rodeándome por los hombros para acercarme a él mientras observaba a su alrededor.

—¿Chapar?

Pipe, delante nuestro, se dio la vuelta y empezó a hacer gesto de besos. Rodé los ojos.

—No, gracias.

hielo y sal | enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora