Extra #1

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Pedri:

10 años después...

—Papá.

Era mateo.

—¿Mmm?—no quería abrir los ojos.

Eran las seis y media de la mañana y apenas había conseguido que Nicolás se durmiera hace diez minutos, no podía abrir los ojos.

Estaba muerto.

—Papá—susurró otra vez.

—Hijito—dije, aún sin abrir los ojos—. Ve a dormir, ¿si? Hablamos mañana, es domingo...

—Sí, pero es importante...

—Seguro que tu mamá también va a querer enterarse y ella regresa el martes, está con tu tía Zoe en Manchester, mejor la esperamos, ¿de acuerdo?

Contuve la respiración porque en ese momento Nicolás se movió a mi lado en la cama.

Dios, por favor, no dejes que se despierte.

—De acuerdo—contestó Mateo y cuando creí que finalmente podría descansar, soltó—: Esperemos que Olivia siga viva para mañana...

Abrí los ojos de golpe.

—¿Qué?—solté un poco más alto de lo que había deseado.

Nicolás se dio la vuelta completamente, pero por suerte, el pequeño torbellino siguió durmiendo.

A sus cortos dos años, era la pesadilla de Morgan y mía.

—¿Qué pasó?—pregunté y me levanté de la cama con cuidado—. ¿Qué hicieron?

—Yo no hice nada—contestó Mateo y frunció el ceño—. Es Oli la que no me deja entrar en mi baño.

Fue mi turno de fruncir el ceño porque Oli tenía su propio baño.

¿Qué hacía en el baño de Mateo?

—Voy a verla, utiliza el mío—le dije a Mateo y él volteó los ojos.

—¿Por qué siempre piensan que es nuestra culpa?—dijo y comenzó a caminar hacia mi baño. A sus nueve años, mi hijo había desarrollado un carácter un poco fuerte.

—Porque normalmente sí que es su culpa—respondí y puse unas almohadas a ambos lados de la cama para que Nicolás no se cayera.

Apuré el paso porque me preocupaba que Oli se hubiera levantado tan temprano, sobre todo un domingo.

Entré en la habitación de Mateo y toqué la puerta del baño.

—¿Oli? ¿Qué pasó?

No respondió.

—¿Oli?—volví a tocar.

—Quiero a mamá.

Me di cuenta de que estaba llorando.

—Oli, abre la puerta—intenté abrirla yo mismo, pero tenía puesto el pestillo—. ¿Qué pasó, cariño? ¿Estás bien?

—¡No estoy bien!—gritó y comenzó a llorar más fuerte—. ¡Quiero a mamá!

Solté un suspiro.

—Cariño, ya sabes que tu mamá está en Manchester, tú tía Zoe no se ha estado sintiendo bien y la necesitaba, pero yo estoy aquí y puedo ayudarte, ¿qué pasó?

—Son problemas de chicas—dijo, aún sin abrir la puerta.

Lo pensé durante varios segundos, hasta que recordé el maravilloso detalle de que mi hija tenía trece años.

IT'S JUST A MISTAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora