Rumpelstiltskin, no sé tu nombre

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-Majestad, mi hija aparte de bella puede hilar tan bien la paja que la convierte en oro.

Un molinero a un rey.

-¿Lo que usted me está diciendo es cierto?

-Sí, su majestad.

La hija del molinero, confundida, siguió comiendo un pan cuyo color se asemejaba al de su castaño cabello.

-¿Así que... que tal si se casa con mi hija?

El rey formó una sonrisa en su rostro.

-Caballeros, llévenla al castillo.

-Gracias, su majestad.

-Pero, papá -dijo la hija del molinero.

-Esta es nuestra oportunidad, hija.

La joven lanzó su almuerzo a la cara de su padre.

El rey se rio.

-¿Nuestra? No me casaré con ella. Si tus palabras no son sucias mentiras, solo haría falta encerrarla en una celda.

-¡Qué! Pero no puede hacer eso.

-¿Te atreves a declarar que no puede hacer un rey?

Los caballeros sostuvieron al molinero y se llevaron a su hija.

La joven secuestrada grababa con sus ojos la última imagen que vería de su padre.

Un señor rodillas al suelo con lágrimas en los ojos.

***

En un lúgubre cuarto.

-Quiero que hiles toda esta paja. Si no veo hilos de oro para mañana, te cortaré la cabeza en la plaza.

La puerta se cerró provocando un fuerte estruendo.

La chica agarró el heno que estaba en un rincón de la habitación.

-¡Ah!

Esparció con frustración la hierba.

La pisó con ira.

Y con lágrimas en los ojos sacó algo que guardaba en el bolsillo.

-¿Qué haré ahora, mamá? -le preguntó a una pequeña caja.

Escuchó un ruido provenir de afuera.

Volvió su mirada hacia la pequeña ventana que se ubicaba a lo alto de una pared.

Por alguna razón, esa única fuente de luz llamó su atención.

Y de ahí algo se asomó. Ese algo pisó el alfeizar de la ventana.

-No puede ser, pero si es un hombre con enanismo.

-Por supuesto señorita -dijo el hombrecillo mientras separaba su sombrero de su cabello que se asemejaban a hojas de otoño-. Yo soy un... espera, no. Soy un duende.

A pesar de la repentina aparición del pequeño ser de traje verde, la joven no cesó su llanto.

-Ya no llores. Mira soy un duende -dijo el pequeño hombre mientras le mostraba sus pasos de baile-. Me he enterado de todo. Y pienso ayudarte. Pienso hilar esta paja en oro por ti.

-¿Enserio puedes hacer eso? Si es así, el enanismo es una condición más curiosa de lo que imaginé.

El duende ignoró el último comentario y prosiguió.

-¿Qué me darás a cambio? -preguntó el hombrecillo mientras movía sus caderas de lado a lado- No trabajo gratis, dulce doncella.

Ella observó la caja que tenía entre sus manos y la abrió.

Rumpelstiltskin, no sé tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora