Iban a ser las once de la noche, lo que significaba que mi programa favorito estaba a punto de comenzar. Se trataba de una serie de una época más medieval, entre una “humana” y un ser inmortal. Era sumamente apuesto. La chica, había descubierto, no era del todo una mortal según había terminado el episodio anterior, y me moría de ganas de saber lo que ocurriría después de esa gran revelación.
Justo en ese momento, un semi desnudo Castiel con lentes negros terminó de bajar las escaleras. No podía, por más que intentara, apartar los ojos de su torso descubierto y de la tinta negra que adornaba su piel blanca. No me dirigió ninguna mirada, solo le echó un pequeño vistazo al televisor y pasó por detrás del sofá en donde me encontraba acurrucada con una manta negra.
Caminó directo hacia el gabinete y tomó un vaso, para luego girarse e ir hacia el refrigerador, todo eso mientras yo intentaba apartar los ojos de su cuerpo. Estaba repleto de músculos que no sabía siquiera que existían. Lo más sorprendente de todo aquello, era que sobre su nariz de apoyaban unos lentes... Era la primera vez que lo veía con ellos, y le quedaban endiabladamente bien. Eran simples, de montura negra y con la forma algo redondeada, ligeramente más gruesos en la parte superior, en es especial en las esquinas exteriores.
Tragué saliva y devolví la vista al frente, obligándome a prestar atención al comienzo del programa. Entonces, las luces se apagaron dejando todo en una semi oscuridad. Divisé a Castiel con el mando de la casa en sus manos. Cualquiera que lo viera diría que este lugar era más suyo que mío.
—Para que puedas ver mejor tu programa —dijo, a modo de explicación.
Sonreí de boca cerrada.
—¿Te importa si lo veo contigo? —habló de pronto, parado en una esquina del sofá de una forma que a cualquiera le resultaría intimidante.
Palmeé el lugar a mi lado, invitándolo a sentarse.
—Puedes quedarte, aunque no puedo asegurarte que te vaya a gustar.
—No soy muy exigente. —Fue su vaga respuesta.
Se sentó dejando un espacio de por medio entre nosotros y cruzó los brazos sobre su pecho con la vista fija en el televisor. Lo pensé un momento antes de levantarme e ir por otra manta, cuando volví a sentarme, se la ofrecí aún de pie antes de sentarme.
—Toma, por si te llega a dar… frío.
Sus ojos centellearon.
—Gracias.
—Mm-hu…
Me concentré en el televisor, tratando de despejar mi mente de la imagen de su torso tonificado y musculoso. Había notado que seguía con el apósito puesto, pero no me atreví a preguntar sobre ello, en cambio, observé atentamente la escena del programa.
No tenía idea de cómo habían llegado a eso, pero entonces de pronto habían comenzado a besarse con intensidad y voracidad. El protagonista se sacó la camisa y reveló su abdomen marcado. En cualquier otro momento, me hubiese deleitado con la vista e incluso hubiese sonreído de que al fin los protagonistas estuviesen haciéndolo juntos, pero después de ver un cuerpo maravillosamente endiablado y fornido como el de Da’nar, ya no podía verlo de la misma forma. A pesar de que el protagonista fuese portador de semejante cuerpo musculoso y trabajado, no se comparaba con el de Castiel, que parecía una roca andante.
La protagonista también se quitó la ropa, quedando desnuda frente a la cámara y yo me pregunté si este programa había tenido siempre tanta... desnudez. De repente, el aire se puso tenso. Escuché como Castiel soltó aire y se cubrió con la manta hasta el cuello. El cristal de sus lentes reflejaba la imagen de la tv en tonos azulados.
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Imperio de furia y cenizas: Corte de sangre y viento | Libro #1
FantasyIzzith Aestern está lejos de tener una vida perfecta a sus veinticinco años, trabajando como mercenaria y pretendiendo ser normal cuando sale de su casa. Sin embargo, una llamada causa estragos en su vida y se ve obligada a aceptar el trabajo que le...