Capítulo 1

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.- A pesar de que mis mejores años ya se habían ido, en ese entonces aun creía que tenía las fuerzas para sobrellevar cualquier situación que me suscitara. El medir el tiempo y el clasificar las etapas pasadas en ciclos no estaban aún en mis pensamientos, el futuro no me importaba, y solo vivía en una rutina desorganizada sin ningún fin, haciendo muy poco para cambiarla. Era apático, poco sociable y siempre tuve muy poca suerte con las mujeres; a mis 33 años de edad había tenido pocas relaciones, normalmente durando poco tiempo y terminando de mala forma casi siempre por culpa mía. Laboralmente hablando podría decir que siempre tuve mi mejor versión. Llevaba poco más de 10 años trabajando en una línea de autobuses, empezando como ayudante del personal administrativo pasando por varias locaciones y algunos pequeños puestos, mi distintivo buen servicio me llevo hasta donde estaba desde hacía casi dos años. Manejaba una caja con los pagos correspondientes de los choferes de autobuses de la línea, llevaba las cuentas de cada uno de ellos revisando los viajes realizados y algún viaje extra que hubieran hecho para registrarlo en su sueldo mensual, era el puesto de Liquidador, el rango más alto en la escala operativa de la línea. Mas allá de la responsabilidad monetaria, el hecho de que cualquier equivocación ameritaba el ajuste en nuestra nómina hasta pagar la cantidad completa del dinero perdido era lo que realmente nos mantenía presionados. Eran diez cajas en la línea en total, cada una con su Liquidador haciendo un trabajo solitario pero al mismo tiempo con mucho contacto social.  

Teníamos un jefe, Ángel Garza, nombre que resultaba un poco contradictorio a su forma de ser, no porque fuera un loco lleno de odio, o alguien que se divirtiera viendo sufrir a la gente, era más bien un engreído poco inteligente que sobrellevaba al equipo muy a pesar de su estupidez: era un pendejo. Y ese término se lo tenía bien ganado por diversas razones; su prepotencia se imponía ante cualquier comentario, revisaba en exceso las labores de todos nosotros que más allá de hacerlo por su responsabilidad, lo hacía solo para chingar. Tenía un gusto por acosar a las compañeras cada vez que podía aprovechando cualquier situación. Podíamos olerlo a cinco metros de distancia, el humo del cigarro impregnado en su ropa y en su piel era como un grito de ansiedad convertido en un sofocante perfume podrido. Pero más allá de que todos lo odiáramos, teníamos que aceptar que siempre sacaba a flote el trabajo resolviendo los problemas diarios, parecía haber algo más de lo que veíamos dentro de él que ninguno de nosotros jamás conoció.

Tenía una esposa y dos hijos varones y vivía acomodado en una casa de dos pisos ubicada en las zonas ricas del sur de la ciudad. Su esposa era maestra en la Facultad de Arquitectura, una de las mejores según supe años mas tarde. Su sueldo era mucho mayor que el de Angel, algo que a él poco le importaba pues disfrutaba del fruto del trabajo bien pagado de su esposa a la que le quitaba el dinero cada quincena. Después del trabajo se la pasaba siempre con sus otras mujeres quienes lo hacían gastar tanto que en ocasiones no le quedaba ni para comprar comida en su casa haciendo a su esposa pedir dinero a los bancos o a los prestamistas con bajos intereses. Llegaron al punto de endeudarse tanto que tuvieron que vender la camioneta que tenían la cual su esposa había logrado sacar de la agencia dos años antes y que aún estaban pagando. Para liquidar el pago, tuvieron que vender los muebles que tenían; la sala en piel de tres piezas, los televisores de las recámaras de los niños, el comedor y algunas joyas que la mujer había heredado de su familia. Nada de eso le importaba a Angel quien nunca cambió su forma de ser.

Martha Escorza, una compañera Liquidadora y una buena amiga en ese entonces, siempre fue la persona que más lo confrontaba, la rebeldía de Martha la traicionaba: su boca siempre fue más rápida que su cabeza. Ese carácter solo lo tenía en el trabajo pues no lo aplicaba en su vida cotidiana. Martha había tenido muy malas experiencias con sus exparejas, si no la golpeaban, o la engañaban, o la utilizaban, jugaban con ella mentalmente hasta el punto de dejarla vacía; siempre se aprovecharon de su baja autoestima. Nunca la escuché decirle que no a un hombre. Su relación secreta con el encargado de RRHH Joaquín García, que toda la línea conocía, la había salvado del despido en muchas ocasiones en donde Ángel Garza le llevaba sus notas a Joaquín y se las leía una por una, todas acerca de la mala conducta de Martha, pero para Joaquín valía mucho más una vagina que las palabras de un viejo al que poco tiempo le faltaba para jubilarse.

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⏰ Last updated: Feb 21 ⏰

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Cien pensamientos en mi cabezaWhere stories live. Discover now