22 - Jugando a la familia feliz

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Esa noche Jimin ya se había duchado y se había puesto su pijama. Fue hacia la cocina y revisó la heladera para ver qué podía cocinar. Mientras, chequeó su teléfono por milésima vez y suspiró.

No había nada. Ni un mensaje de Jungkook. No era como si esperara alguno, pero al mismo tiempo sí. No lo podía evitar. No se había quedado cómodo con la discusión del auto. Era complicado y difícil de explicar. Pero trataba de convencerse de que no había pasado nada malo. 

— ¿Por qué demonios busco estresarme cuando se supone que ahora todo empieza a marchar bien en mi vida? — se cuestionó a sí mismo. — Uh, soy un idiota — cerró la heladera y solo se sirvió un vaso de agua. 

En ese momento alguien golpeó en la puerta y aquello lo asustó. ¿Quién podría ser? Dudaba que fuera Jay. Era algo tarde ya y quizás había podido regresar a su casa. Además no tenía cómo entrar al edificio. Antes de acercarse a abrir, se hizo una idea, o quizás una ilusión de quién podía ser.

Y no estuvo equivocado. 

— ¿Quién es? — preguntó. 

— Soy yo, Jimin — respondió Jungkook del otro lado de la puerta. — ¿Podemos hablar? 

Jimin no dudó en abrirle. El pelinegro estaba allí parado, luciendo preocupado por algo. 

— ¿Pasó algo? — quiso saber el menor.

Jungkook no respondió. O lo hizo pero no con palabras. Sujetó el rostro del más bajo y dejó un largo beso en su boca.

— ¿Y eso por qué? — preguntó Jimin cuando el otro se separó.

— Perdón, sé que dijimos que hoy no íbamos a pasar tiempo juntos. No vengo a molestarte, ya me voy — explicó Jungkook. — Pero no me gusta que discutamos como lo hicimos hoy en el auto y quise venir a verte. Sentí que te quedaste mal. 

— Oh… — Jimin estaba sorprendido. ¿Había subido hasta allí solo para decirle eso? Quería abalanzarse y darle un abrazo pero se contuvo. — No, no me quedé mal. Te dije que estaba todo bien.

— Bueno, yo sí me quedé mal — admitió el pelinegro. — Perdóname si fui brusco o dije algo que te haya molestado.

Con cada palabra que decía Jimin estaba que se moría de la dulzura. ¿Por qué tenía que ser así? No le facilitaba las cosas.

— No, no, tú perdóname por el ataque que me dio. Tienes razón, estaba histérico — respondió. 

— ¿Pero estás bien? ¿Estamos bien? 

— Sí, en serio. Lo estamos, hyung— le sonrió y Jungkook se sintió mejor al verlo así. 

 — Entonces ya no te molesto. Te dejo descansar. Buenas noches — saludó. 

— Claro, buenas noches — respondió Jimin. Lo observó darse la vuelta para volver al elevador y mordió su labio inferior, conteniéndose. Pero mierda, qué difícil era. — Espera — lo detuvo entonces. — Ven aquí. 

Jungkook no entendía qué le iba a decir pero hizo caso y se regresó. — ¿Qué?

Jimin lo tomó de la nuca y lo atrajo hacia él. Lo besó, y no pensaba en detenerse. Mientras lo metió dentro de su departamento y cerró la puerta, solo para terminar besándose apoyados en ella. 

Jungkook no entendía nada. — Creí que dijiste que-

— Sí, ya sé — lo interrumpió el menor. — Pero ahora tengo ganas de que te quedes. 

El pelinegro sonrió. — Bueno, no voy a decir que no me pone feliz — y volvió a besarlo. 

Lo hicieron apasionadamente como cada vez que empezaban. Jimin no quería ser tan débil pero ahora no podía pelear contra sí mismo. Jungkook le estaba acariciando con tanta dulzura, con tanto cuidado. ¿Cómo negarse? 

La teoría del amor - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora