Bajo el calor de la luna

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Capítulo 1

La tarde se asomaba con el crepúsculo sutilmente caliente,

caliente como aquellos dos cuerpos que se hallaban bajo aquel

árbol de mangos.

¿Era mi cuerpo mío? ¿Era su cuerpo suyo? ¿A quién le pertenecía

al final del día tanta pasión en tan descarado mundo de

placeres? El corazón se negaba a aceptar tanta responsabilidad;

el cerebro insistía en su inocencia, pero al final ambos culpan

a la carne, la culpan a ella, me culpan a mí. De rodillas estaba

ante el placer, había perdido la razón, no podía ocurrir

aquello, o ¿Podía? Nadie lo sabría, solo aquel pájaro, solo

aquella brisa, solo aquellos cuerpos.

Mi mano recorría sus torneadas piernas lentamente, con firmeza,

acariciando cada punto; cada lunar, cada marca, cada fragmento

de su alma. La ropa ya sobraba en esa tarde caliente, mis manos

sudaban entre sus piernas donde acariciaba con sutilidad los

tiernos vellos de su delicada vagina palpitante ante el toque de

mis dedos, su cuerpo se estremecía con cada movimiento, danzando

como las hojas de aquel árbol de mangos que sacudía la brisa sin
pedir permiso. Mi boca se paseaba por sus perfectos senos y mil engua recorría sus rosados pezones, que estaban duros como
almendras. Con mis manos apretaba sus senos y regresaba a la
calidez de su vagina sin medir el tiempo, sin recordar el

espacio, sin sentir los latidos.

-Quiero que lo hagamos, quiero que lo hagamos ahora.- Gritó su

corazón o quizá fue el medio de sus piernas, pero gritó en un

suspiro; un suspiro a mi oído, suspiro que llegó a mi cabeza y

bajó hasta mis piernas, causando que se detuviera el corazón y

activando mi miembro que se endurecía palpitante ante aquella

propuesta. La propuesta de esa niña, de esa mujer; de ese

cuerpo, de esa alma.

Tenía que estar loco para aceptar eso, no podía ser; yo lo

sabía, siempre lo había sabido, pero la carne le estaba ganando

a todo, su cuerpo me había enloquecido. ¿Estaba yo loco? O

¿Acaso lo estaba ella? O eran solo los cuerpos, esos cuerpos

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