—Tienes que contarme qué te ha dicho —dijo Alya con una sonrisa, sonrisa que desapareció tras ver el rostro de su amiga—, ay no.
—Lo tiró... a... la basura.
—Marinette...
—Está bien. Debemos irnos, Alya.
Adrien tomó su mochila y salió, vió a Marinette con Alya y quiso ir, pero algo se lo impidió. Quizá no estaba listo para dar las gracias por el detalle. Suspiró y se dirigió al auto en donde lo esperaba fielmente su guardaespaldas.
Marinette entró a su habitación y se tiró en la cama —un poco dramáticamente—, pensó Tikki. Observaba el techo mientras se sentía la más estúpida persona del planeta. Estúpida, como siempre le decía Adrien.
—Tal vez viste mal, Marinette. Jamás viste que lo dejara caer en el contenedor de basura. Además, no sabía que era tuyo y así como es Adrien Agreste; odia todo y a todos.
—En eso tienes razón. Pero no dejo de pensar si, aún sabiendo que era mío, lo tiraría de todas formas.
—No te atormentes.
—En realidad... —sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella sabía que si, que a pesar de dejar la nota con destinatario, de igual forma hubiera terminado en la basura—, en realidad, no quiero hablar, Tikki. Quiero estar sola si no te molesta.
Tikki comprendió a su portadora, a pesar de no saber nada sobre los sentimientos, la comprendió y se fue dentro de un sombrero que Marinette tenía para ella; era cómodo, calientito y estaba lleno de pequeñas boronas de macarons.
Después de una hora en la misma posición, se levantó, tomó su pequeño bolso y salió. La fría brisa la golpeó, despeinando su cabello. Se abrazó a si misma; rehusándose a volver por un abrigo. Caminó, sola, hacia la torre Eiffel. De pronto se preguntaba por qué sentía todo aquello, por qué si había prometido jamás volver a enamorarse. Pero, ¿en realidad estaba enamorada?
Llegó al pie de la torre y se sentó. La tranquilidad de la noche la envolvía, la brisa despeinaba aún más su cabello y, entonces, sacó su diario, tenía meses que no escribía.
Querido diario:
Hoy hice algo muy estúpido. En realidad, siempre hago cosas estúpidas y tal vez por eso Adrien siempre suele llamarme "niña estúpida". No, basta, estoy pensando en Adrien una vez más. Bueno, hoy hice algo estúpido; creí que podía darle un momento agradable a un chico así que le hice un detalle, pero, ¡oh, sorpresa! ese detalle terminó en la basura.
Tal vez Tikki tenga razón y lo hizo porque no llevaba destinatario. Mencionando a Tikki: no te he hablado de ella, ¡es asombrosa!
Ella es mi kuami, se asegura de darme poderes mágicos que me ayudan a vencer a los malos, aunque después de ser Ladybug me siento muy, demasiado, mal. Necesito conocer al gran guardián, dice Tikki que él tendrá la solución.
En fin, no volveré a hacer ninguna estupidez, me concentraré en mi misión como superheroína y dejaré de lado los estúpidos asuntos del amor, pues en ese aspecto soy solo... una niña estúpida.Se sintió liberada después de escribir. Su diario era el mejor confidente; podría escribir todo, desde lo más inteligente hasta lo más turbio o increíble y no la juzgaría, tampoco revelaría sus secretos. Un estornudo se hizo presente y ella se dió cuenta que necesitaba volver a su casa, la brisa se había hecho aún más fría.
Adrien caminaba con los audífonos puestos. Se preguntaba por qué no se permitía ser feliz, por qué se castigaba, lo que había pasado con Emilie no era su culpa pero, por alguna razón, creía que si se permitía ser feliz mientras su padre era infeliz, le estaba faltando al respeto. Plagg no decía nada, no sabía qué, lo cual era raro pues siempre tenía cosas —buenas o malas— por decir.
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Marichat: El inicio
FanfictionAdrien Agreste ya amaba a Ladybug, pero no a Marinette. Marinette Dupain-Cheng ya amaba a Adrien, pero no a Chat Noir, es hora de que eso cambie. Pero no será lo único que cambiará. Dicen que un héroe siempre va a preferir sacrificar al amor de su v...