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—No puedo creer que lo hayamos conseguido—comento entrando al cuarto Himuro y dejando en un perchero su chamarra.

—Lo sé, Muro-chin —dijo mientras abría una bolsa de papas fritas y dejaba en el mueble que estaba al lado de la puerta un frasco con liquido viscoso color oro. Era el veneno de Genbu.

—Ah, estoy cansado —se dirigió a la habitación —. Voy a las aguas termales, ¿vienes?

—Pero hace frío —contesto con la boca llena.

—Esta bien —entro a su cuarto por una toalla —. Voy a estar acá afuera por si necesitas algo.

—Bien —tomo asiento frente a la televisión sintonizando un programa de caricaturas.

Himuro salió y sintió el viento frío sobre su piel pálida y se abrazó a si mismo antes de dirigirse rápidamente dentro del agua caliente. Al sentir ese cálido liquido en todo su cuerpo se sintió relajado. En esos momentos agradecía que Akashi fuera impresionantemente rico. Ya que aparte de rentarles un fabuloso Bmw serie convertible 2013 color gris, les había hecho una reservación en un hotel de cinco estrellas —muy conocido por no decir mucho—; que tenía incluidas unas aguas termales exclusivas para ellos dos y lo que más le había encantado a Murasakibara, servicio al cuarto las veinticuatro horas del día para pedir cualquier tipo de comida y golosina que se le antojara. Llamaron a la puerta y al escuchar el sonido de un carito entrando entendía que su compañero de equipo había ordenado algún manjar; rio para sus adentros.

Pequeños copos de nieve comenzaron a caer, manchando a su paso todo de blanco. Himuro al sentir uno de esos copos en su cabeza, decidió que ya era tiempo de salir del agua, pero antes de sacar alguna extremidad escucho como una rama se rompía, giro su cabeza en busca del sonido y no muy lejos de donde estaba, detrás de un árbol, vio moverse algo. Intento divisar mejor, pero al final se encogió de hombros y volvió a intentar salir pero choco con algo cayendo de vuelta al agua.

Sintió como una gran mano lo tomaba del brazo y lo jalaba con fuerza haciendo que saliera de vuelta a la superficie.

—Lo siento, Muro-chin, no quise pegarte —se disculpó Murasakibara acercando su cuerpo.

Himuro comenzó a toser intentando recuperar su respiración.

—No te preocupes, Atsushi, sé que fue un accidente — dijo con dificultad.

—Muro-chin, ¿estás bien? —le levanto el mentón haciendo que lo mirara directo a los ojos. Esos ojos morados —que siempre miraban aburrido el mundo, pero que, curiosamente, a él no—, lo observaba con preocupación.

Sintiendo sus mejillas enrojecer bajo la mirada nervioso.

—Sí, estoy bien, Atsushi, no te preocupes.

Murasakibara torció su cabeza hacia la derecha y acerco su rostro al pelinegro que instintivamente alejo su rostro.

—¿Seguro?, tienes tus mejillas rojas como una fresa —coloco su mano, de notable tamaño, en la mejillas del menor.

—C...claro que estoy bien —dijo alzando un poco la voz por el nerviosismo, intentando alejarse del gigantón pero este lo apretó más a su cuerpo.

Sus pechos desnudos chocaron provocando que salpicara un poco de agua.

— ¿Q...q...qué t...t...te p...pasa, A...atsushi?

—Sólo me preguntaba —acerco su rostro al del contrarió, pegando su nariz con la del contrario. Provocando que el tenue color rojo que Himuro tenía en su pálida cara aumentara —, ¿qué tipo de sabor tendrán los labios de Himuro? —aproximo más su labios —. Serán... ¿dulces, salados, agrios, amargo, agridulces, sabor a umami..? Me pregunto cuál de ellos —y sin agregar nada más junto sus labios con los de Himuro.

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