ocho.

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ambos se paralizan ante los golpes en la puerta de su habitación. pueden oír a sus amigos hablar y reír del otro lado, esperando a que abran.

el primero en reaccionar de los dos es el pelinegro, levantándose de la cama con cuidado. lo ve acomodarse la ropa y el cabello rápidamente antes de mirarlo. ninguno dice nada, pero de alguna forma pueden entenderse.

esto todavía no termina.

luego el otro camina hacia la puerta, encontrándose con los rostros animados de los chicos cuando abre.

—¡ey!—saluda felipe mientras entra a la habitación, empujando un poco al pelinegro en el proceso.—¿qué estaban haciendo?—pregunta al posar sus ojos sobre él, que aún sigue acostado en la suavidad de su propia cama.

—ya nos estábamos por dormir.—responde blas desde la puerta. su tono no es tan amigable.

—¿tan temprano?—esteban y los demás comienzan a entrar a la habitación, ignorando que aparentemente tanto él como el pelinegro no están de ánimos.

—algunos si estamos cansados...

ve a blas suspirar antes de cerrar la puerta.

—no te pongas así, pendejo.—los brazos de esteban rodean el torso del pelinegro, abrazándolo con cariño.—no nos vamos a quedar mucho acá.

y al estar observando a los otros dos, se sorprende un poco cuando siente un movimiento repentino a su lado. puede ver a felipe acostarse junto a él, apoyando su cabeza sobre su estómago.

—veníamos a decirles que vamos a estar en la habitación de matias y enzo, jugando a la playstation y tomando algo.—comenta francisco con tranquilidad.—¿quieren ir?

ante la pregunta, ambos se miran.

no dice nada, esperando que sea el pelinegro quien rechace sutilmente la invitación. 

—creo que hoy vamos a tener que decir que no...—blas finge un bostezo, ganándose un golpe sin fuerza por esteban en el pecho.—estamos muy cansados, en serio.

—bueno, no hay problema.—francisco es el primero en caminar hacia la puerta, dispuesto a salir de la habitación.—que descansen.

entoces felipe aparta la cabeza de su estómago y se acerca a su rostro, dejando un beso corto en una de sus mejillas.

—buenas noches, juani.

y luego de algunas palabras más junto a risas juguetonas, sus amigos finalmente se marchan. ambos vuelven a estar solos.

ve con atención como el pelinegro cierra con seguro la puerta y camina hacia él para dejarse caer a su lado.

—¿soy yo o felipe te quiere entrar?

frunce el ceño ante la pregunta. no tiene sentido.

[...]

a la mañana siguiente ambos bajan a desayunar, cada uno por su lado como es habitual. nadie además de ellos debe saber lo que sucedió en la oscuridad de la noche.

como ambos se durmieron juntos entre besos perezosos y sonrisas tiernas.

esta vez se limita a solo tomar un jugo de naranja mediano. ya rompió demasiadas veces su estricta dieta, puede meterse en problemas si alguien lo nota.

—¿qué haces sentado solo?—pregunta felipe mientras se sienta junto a él, dejando su propio desayuno sobre la mesa.

—buenos días para vos también.

el otro se ríe mientras bebe un sorbo de su café.

y mientras ambos hablan animadamente, no puede evitar pensar en la pregunta que blas hizo anoche.

sus ojos instintivamente buscan al pelinegro, encontrándolo con su mirada ya puesta sobre él.

tensión ; juan x blas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora