10 -Balanza de poder

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DUVEANDELL


La fría mirada de Duveandell atravesaba al conde como si de una filosa espada se tratara. Ellerys no podía estar en su sano juicio al presentarse frente a él de forma tan descarada después de todo lo que había sucedido con la princesa. Aunque la ira embargaba cada parte de su cuerpo, se mantenía aparentemente sereno sentado en el trono de forma magnánima, escondiendo su sed de sangre de manera magistral. No podía dejarse provocar, primero tenía que ver cuáles eran las intenciones de esta maldita serpiente. No era alguien que simplemente hubiera hecho esta aparición sin un buen plan de respaldo.

Evaluó a su enemigo como si estuviera en un campo de batalla, esperando el primer movimiento de su oponente antes de lanzarse de lleno en un combate cuerpo a cuerpo. Aunque Ellerys se veía calmado, incluso arrogante, pudo notar intranquilidad en su mirada. Duveandell sonrió de manera siniestra disfrutando esta pequeña muestra de debilidad.

Estaban completamente solos en el salón del trono, había enviado a los guardias afuera. Por más que confiara en ellos para su protección, no quería que ningún detalle delicado sobre la princesa fuera escuchado por nadie más. Lo que más había disfrutado había sido la cara de sorpresa del conde cuando se quedaron a solas, por un leve instante pudo ver la incertidumbre nublar su expresión. El temor a una situación donde no habían testigos, donde estaba en total desventaja ante lo que sucediera en el interior de esta habitación.

—Es interesante el hecho que hayas venido hasta aquí por ti mismo, lo cual me hace cuestionarme algo. ¿Eres muy inteligente o muy estúpido? —preguntó Duveandell entornando la mirada en dirección a Ellerys, mientras se levantaba con calma del trono y comenzaba a caminar en su dirección con paso seguro— Entras en mi territorio por voluntad propia, a expensas de que disponga de ti como se me antoje.

—Su majestad me ofende, vine en son de paz a realizar una mera visita de cortesía —el sarcasmo era demasiado evidente en sus palabras.

—¿En serio? —preguntó el rey con peligrosa voz mientras desenvainaba su espada a una velocidad de vértigo y la ponía contra el cuello del conde. Aunque ya estaba entrado en años, mantenía parte de su habilidad ganada luego de muchos años de entrenamiento durante su juventud. Aún podía ser un digno oponente y ofrecer una buena pelea— Ya tengo suficientes razones para hacer volar tu cabeza ahora mismo y simplemente justificarlo conque me defendí de un intento de asesinato.

—Eso no sería una muy buena idea alteza —la voz del conde sonaba confiada aunque una gruesa gota de sudor rodaba por su frente— Le recuerdo que vine acompañado del marqués de Jirshey.

—No es motivo suficiente para hacerme cambiar de opinión —indicó Duveandell mientras empujaba la filosa hoja contra la piel del conde, haciendo un corte que comenzó a sangrar de manera generosa— Él es tan desechable como tú, y ni siquiera haciéndolos desaparecer calmaría mis deseos de venganza.

—Por eso tomamos medidas antes de hacerle esta visita —dijo Ellerys tragando en seco mientras trataba de evitar mostrar en su rostro cualquier expresión de dolor— apenas a unos kilómetros de la capital, está mi hijo comandando un ejército que reunimos en conjunto con otros nobles que nos brindan todo su apoyo al marqués de Jirshey y a mí. Si no salimos con vida, tienen órdenes de atacar de inmediato.

—¡¿Cómo te atreves a amenazarme?!¡¡¡Eres un maldito perro insolente que solo sabe ladrar!!! —rugió Duveandell dejando que la ira escapara junto con sus palabras, mientras profundizaba la herida con su espada.

—No me ha quedado otro remedio al ver la vida de mi hijo y la mía en riesgo —replicó Ellerys mientras hacía una mueca al sentir el frío acero cortarlo aún más.

Al fin Ellerys estaba mostrando sus verdaderas intenciones. Los nobles que estaban en contra de la corona se habían unido para apoyarlo de manera unánime. Aunque esta noticia no lo sorprendía en absoluto, tenía un fiel espía escondido de manera perfecta entre sus filas, alguien del que nunca nadie osaría sospechar. Aunque le habían avisado acerca del movimiento de tropas, estaba en desventaja ahora mismo, pues los caballeros reales estaban divididos entre la misión de los misteriosos ataquen en las zonas Zenthrell y la protección de la capital. Aunque Kadir estaba aquí, no podía depender solo de un hombre para ganar una batalla de semejantes proporciones. Por más fuerte que fuera, sabía que el número de las tropas enemigas era demasiado grande y un ataque a esa escala a la capital causaría demasiados estragos y muertos entre los inocentes civiles. Por más que deseara decapitar a este desgraciado solo por el placer de verlo caer a sus pies, en este momento no era muy buena idea.

—Habla sin rodeos ahora que te permito hacerlo —soltó Duveandell tratando de calmar su cabeza y contener el brazo donde sostenía la espada para no seguir cortando la piel mas profundamente.

—Como dije antes, vengo en paz a ofrecerle un acuerdo, una tregua que será satisfactoria para ambos alteza—dijo el conde mientras su frente ya brillaba a causa del sudor— No he hecho público el hecho de que mi territorio fue atacado por los caballeros reales, ni tampoco de se llevaron a la princesa con ellos.

Duveandell entornó los ojos en dirección a Ellerys. Sabía que lo que decía el conde era totalmente cierto, había estado monitoreando muy de cerca cualquier rumor o información acerca del rescate de la princesa. Pero no había absolutamente nada, solo silencio. Sabía que este astuto zorro podía haber usado todos estos eventos a su favor, pero no lo había hecho, así que debía escucharlo hasta que terminara de hablar. No podía dejar que la ira dominara sus acciones, no ahora.

—Le propongo una tregua —siguió Ellerys de manera confiada— No haré ninguna demanda oficial por la invasión a mi propiedad, no diré nada acerca de la princesa. No haré ningún tipo de movimiento como su tutor legal, y ante la sociedad noble mostraré estar de acuerdo con cualquier explicación oficial que explique su súbita aparición y estancia en el palacio real.

—¿Cuál es la trampa? ¿Qué es lo que quieres a cambio de no hacer nada?

—Solo una cosa: que el rey me de su palabra de que no habrá ningún tipo de represalia contra mi familia, o contra mí.

—Básicamente me estás pidiendo que a cambio de no hacer un escándalo público, les perdone la vida —la voz de Duveandell sonaba fría, carente de emoción.

Durante toda su vida había tenido que tomardecisiones como esta, donde tenía que perder algo por más importante que fuera,en orden de ganar en cambio otra cosa. Ahora mismo seguía luchando contra sudeseo de matar al conde. Un rey no debía dejarse llevar por este tipo de sentimientosegoístas y más aún si podía provocar un desastroso evento por seguir susviolentos impulsos. Esta era una de las más importantes lecciones que su madrele había enseñado.

Lo más importante era Aylah, si mataba al conde se desencadenaría una guerra con un final incierto que podría ponerla a ella en riesgo nuevamente de caer en las garras de esa horrenda familia. Si cedía ante lo que pedía Ellerys significaría dejarlos ir de manera impune después de todo el daño que le habían causado, pero por otro lado le permitiría ganar tiempo para efectuar la boda y lograr que ella estuviera definitivamente fuera del alcance de este hombre. Luego podría crear de alguna manera una acusación de traición, incriminarlos de alguna manera, para luego disponer de sus vidas sin que existiera ningún obstáculo que se interpusiera en su camino. El solo pensarlo hizo que una sonrisa siniestra se dibujara en su rostro mientras envainaba su espada. El conde soltó todo el aire que tenía contenido al verse liberado de la sensación del frío acero cortando su piel.

—Tienes mi palabra. Mientras te mantengas en tu sitio, invisible y callado como si estuvieras muerto no sucederá nada —Duveandelll amplió su sonrisa mientras la oscuridad asomaba en sus ojos— pero si detecto el más mínimo movimiento sospechoso no tendré piedad —puso la mano sobre la empuñadura de su espada de manera amenazante— solo dame una razón Ellerys, solo una y no dudaré en destruirte aunque el reino tenga que caer contigo.











Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora