Diario de Javier Ramírez

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Es importante conocerse a uno mismo para poder ayudar a los demás a encontrar las respuestas de quiénes son y quiénes quieren ser. Por lo que el trabajo que le habían asignado al señor Ramírez no le iba a resultar nada fácil. Hasta ahora, os he hecho creer que solamente era por el poco cine que había mamado durante toda su vida, pero el motivo principal era que apenas sabía quién era él y que quería hacer con su vida. En cierto modo, era normal, puesto que en muchos aspectos no había tenido una vida fácil.

Cuando estaba en el instituto, aprendió lo que era el verdadero significado de ser el empollón de la clase. Se burlaban de él, pero sobre todo se aprovechaban. Le proponían un trato que parecía bastante jugoso: "Seré tu amigo si me dejas copiarme de ti en el examen". A una persona como Ramírez no tenías que proponérselo dos veces. Él tenía cerebro, pero amigos, ninguno, por lo que siempre aceptaba, pero después, nunca nadie cumplía su parte. No ganaba nada y aun así, siempre lo volvía a intentar con la esperanza de que algún día, alguien se lo diría en serio.

La gota que colmó el vaso fue cuando un día, pillaron a uno de los más populares de la clase copiándose de Ramírez. Habían hecho aquel trato en el recreo, por lo que intentó asumir parte de culpa. Sin embargo, ningún profesor le creyó y su compañero de clase se comió todo el marrón. A mi querido profesor le ficharon de por vida, ya no había manera posible de librarse. Después de tanto tiempo, ganaría algo a cambio: Una buena paliza. Ese mismo día, a la salida, cuando no había ningún adulto mirando, le dieron de ostias por todos lados y cuando llegó a casa con la cara hecha un cuadro, no pudo decir la verdad.

- ¿Que te ha pasado? -. Preguntó su madre preocupada.

- Me he tropezado -. Respondió Ramírez mientras trataba de aguantarse las lágrimas.

Si decía lo que le había ocurrido realmente, esa paliza sería la primera de muchas.

Desde ese momento, Ramírez decidió hacerse más fuerte. Quería hacerse valer y pensó que la mejor manera de hacerlo era siendo como ellos. Dejó de estudiar tanto y cambió su manera de vestir. Las gafas que llevaba frecuentemente las intercambió por unas lentillas. Al entrar a clase siendo una persona totalmente diferente, la gente se quedó flipando, pero, sobre todo, cuchicheaban y murmuraban constantemente. Ramírez pensaba que lo que decían eran cosas buenas y que por fin tendría amigos, pero cuando uno de sus profesores quiso hablar con él, ese pensamiento se esfumó de golpe.

- Se están burlando de ti-. Le dijo.

- ¿Tú crees?, pero si he cambiado -. Ramírez no entendía que era lo que estaba haciendo mal.

- Has cambiado por fuera, pero por dentro eres el mismo. No van a dejar de meterse contigo de un día para otro, por lo que si necesitas ayuda, cuenta conmigo.

No necesitaba la ayuda de ninguno de los profesores, necesitaba que le vieran como a uno más y no como un blanco fácil, por lo que, al llegar a casa, les contó a sus padres toda la verdad. Les dijo lo de la paliza y lo de las burlas. Esto hizo que, después de una seria charla con el director y los padres de los niños responsables de los moratones, cambiaran a su hijo de centro educativo. Ahora sí que sí, podría empezar de cero y así lo hizo.

Durante el resto de su etapa escolar, Ramírez fue uno de los chicos más populares. Después de haber entendido el significado de lo que era ser un empollón, había aprendido lo que era ser uno de los chicos más queridos, sobre todo, porque no se metía con nadie, puesto que sabía cómo la gente se sentía cuando lo excluían por ser diferente. Por esto y, aunque no sea un dato muy interesante, consiguió ligar con un montón de tías.

Salió de fiesta, se pegó borracheras, tuvo sus mejores y sus peores momentos dentro de estas y vivió la vida que todo adolescente debería vivir. Disfrutó y dejó de lado a aquel niño que solo recibía mierdas. Sin embargo, no siempre se puede dejar el pasado atrás y eso es algo que tanto yo, como mis compañeros, sabemos a la perfección.

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