Tu Historia

10 4 0
                                    

"Era apenas un niño pequeño cuando después de jugar todo el día con mis amigos, volví a casa, sucio y sudado, y aunque estaba muy hambriento, no esperaba realmente que hubiera mucho de comer al volver pues mi mamá y yo éramos muy pobres.

Al abrir la puerta de mi casa, allí estaba mi mamá, de pie en la mitad de la sala. Al entrar, ella se me acercó y me abrazó y lloró en mi hombro. Estuvo así, llorando, tanto tiempo que tuve miedo de que algo malo hubiera pasado, pero pronto supe que alguien había llegado y nos había ofrecido mucho dinero a cambio de que yo estudiara.

Si bien al principio no lo entendí, mi mamá hizo todo lo posible durante años para que estuviera al nivel de los colegios, para que yo pudiera asimilar lo que parecía no estar a mi nivel cultural y social.

Pero cuando fui más grande, más o menos a los doce años de edad, me hice consciente de la enorme suerte que había tenido al recibir esa ayuda económica, únicamente por estudiar un poco. Por lo que estudié con más ahínco, y comencé a preguntarme por qué alguien en su sano juicio, si es que estaba cuerdo, querría ayudar a unos muertos de hambre como mi madre y yo. Cuando le pregunté, ella dijo que era porque nuestro patrocinador, que para ese instante mi madre casi idolatraba como a un dios, había visto algo en mí y quería descubrir si yo podía serle útil.

Esa respuesta me pareció insuficiente, incluso algo ilógica, y todo tipo de ideas extrañas surgieron en mi mente adolescente, ideas que eran fortalecidas en la medida que veía las atrocidades de nuestro entorno, esclavitud, prostitución, torturas y todo tipo de crueldades indescriptibles que sufría nuestra sociedad.

Entonces me puse a la tarea de averiguar quién eras y qué querías realmente.

No fue fácil, pues apenas ibas una o dos veces al año a ver a mi madre para entregarle lo que necesitara y siempre parecías eludirme. Hasta que logré dar contigo.

Estabas entre la multitud del bullicioso mercado de la ciudad a la que nos habíamos mudado para mejorar mis estudios.

Eras un sujeto común y corriente, a mis ojos inexpertos. Con ropa sencilla aunque de buena calidad, que no demostraba en lo más mínimo tu capacidad económica. Nada más que una túnica blanca, pantalón oscuro y unas sandalias de cuero, sin joyas o adornos. Estabas absorto mirando unas telas, moviendo ligeramente los labios como si hablaras solo. "Un loco", pensé estudiándote, aunque quién no habla solo de vez en cuando. Tenías una mirada inteligente, y tu barba prolijamente recortada me indicaba que te preocupabas por ti y por los detalles. Si era cierto que buscabas talentos, seguro debías ser muy minucioso y exigirías sólo lo mejor de las personas.

Tragué saliva al darme cuenta que a pesar de mis esfuerzos, tal vez no cumpliría tus expectativas y tuve miedo de acercarme y que me dijeras que yo era un inútil, inservible, pero necesitaba conocerte como si fuera un impulso irresistible.

Temblando y con las manos sudadas por el nerviosismo, me aproximé a ti. Eras mucho más imponente desde cerca de lo que había imaginado desde lejos, y con tu mirada fija en mí, sentí que estaba frente a un peligro, uno tan grande como estar delante de una serpiente venenosa o a un león, y quise escapar. Pero yo no era un cobarde y me obligué a quedarme y satisfacer mis dudas.

En el fondo, deseaba con toda mi alma que fueras mi padre, eso habría explicado todo y habría sabido que era hijo de un gran hombre y no de un don nadie como siempre mi madre me dijo. Pero no, no eras mi padre y tuve que mantenerme allí con el corazón destrozado, y preguntar si ibas tras mi madre o tras de mí pensando quizás que todo era un plan macabro para atraernos y hacernos tus esclavos o algo peor. Era ilógico, pero el miedo te hace pensar más de la cuenta.Y entonces dijiste las frases que cambiaron mi vida, para siempre:

Cuando fuiste un HombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora