18.

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las fuertes pisadas retumbaban por las decoradas y sofisticadas paredes de aquella gran casa que ahora mismo estaban bañadas de sangre por donde sea que miraras, debido al anterior enfrentamiento que se sostuvo dónde nuevamente el crimen organizado había sido victorioso como era de costumbre. la ley sucumbió bajo sus pies y era una nueva victoria que el clan haitani escribía en su gran listado.

rindō miraba cada cuerpo que yacía tirado por el largo pasillo en charcos de sangre que poco a poco iba secándose y el olor métalico de la sangre entrando abruptamente por su nariz, buscando reconocer a algún compañero suyo que aún tuviera signos vitales y le dijera dónde podría estar ran pero fue en vano. todos habían muerto. 

sus violáceos ojos miraron nuevamente a su teléfono buscando un mensaje de ran o incluso souta donde le informara que había llegado a la casa de respaldo sano y salvo donde se encontraría con nahoya hasta que él o ran disponga que están fuera de peligro y esté lo suficientemente seguro que nahoya no fue visto con él pero sus pensamientos se vieron frustrados cuando sintió alguien correr detrás suyo, su oído se agudizó lo suficiente para escucharlo, su respiración se agitó y en un ágil movimiento sacó su pistola volteando y apuntando hacia la persona.

pero el aroma floral de orquídea y champagne de ran inundó su respiración y su vista cayó en el rostro de ran que sonreía con complicidad y un poco burlón por el tremendo susto que le dió a su querido hermano menor, aunque sus ojos estaban perdidos, las ojeras estaban más oscuras y producían inquietud. sus ojos también estaban rojizos, algo más había sucedido.

―  ¿eres imbécil acaso? ―  preguntó con molestia palpante en su voz. ― iba a dispararte imbécil.

la cantarina risa de ran se hizo presente mientras caminaba con normalidad hasta llegar a su hermano menor dónde recostó su frente en el hombre de él.

―  me harías un favor. ―  murmuró casi inaudible aunque el buen oído de rindō permitió que escuchara eso ganándose un golpe en su costilla. ―  es broma... simplemente no sé.. no tengo ánimos.

―  ¿cómo sucedió todo esto, ran?, ¿en que momento permitiste que se escapara de tus manos? ―  preguntó severo sin apartarse de su mayor.―  pudiste haber muerto. o haber muerto nahoya.

el nombre del omega que hace pocas horas lo rechazó por milésima vez quemó en sus oídos y el agridulce sabor nuevamente se instaló en su lengua. suspirando por lo dicho por su hermano, respiró profundamente antes de pararse correctamente y caminar hasta el gran salón donde su mirada recorrió el lugar buscando entre las botellas que yacían regadas alguna que aún tuviera líquido y estuviera nueva.

―  mírate cómo estás. ―  habló rindō rompiendo el silencio incómodo que se plantó. ―  ¿puedes hablarlo?

―   él simplemente me hizo saber que yo no soy a quien él quiere.―   habló con tranquilidad mientras sus manos temblorosas acomodaban su corbata grisácea. ―   él, él en ninguna vida va a querer que yo sea su alfa y yo en ninguna vida voy a dejar de querer ser su alfa.

rindō tragó saliva mirando afligido a su hermano mayor, deseó hacer algo para ayudarlo en su doloroso amor. un amor que lo ha estado carcomiendo desde que tenía quince años y el pequeño chico rubio supo lo difícil que sería su vida sin aquello que su alfa y él anhelaban. estaba muriéndose día a día ante el rechazo de su omega y el doctor no le daba muchas esperanzas realmente.

―  nos besamos, le pedí desde lo profundo de mi corazón que me aceptara... ¡soy capaz de dejar esta vida por él! ―  exclamó al borde de una crisis nerviosa pero aún así también trató de controlarse como tantas veces hizo. ―  pero él.. él no desea a una escoria como yo. ¿puedes... puedes creer que mutō logró lo que yo nunca pude?

el sonido de la botella de licor ser abierta provocó un poco de ruido mental en ran, si iba a morir de algo no sería de tristeza, preferiría morir por un disparo en su frente a manos de cualquier estúpido enemigo o sicaria que viniera en contra suya pero negar lo que sentía era absurdo, se forjó un mundo de ilusiones con alguien que se marchó antes de siquiera tenerlo.

― ran. ― llamó rindō caminando hasta quedar a su lado.―  ¿cuándo el mendigo se cansará de pedir limosna? ―  preguntó mirando la copa que el anteriormente mencionado servía para él. ―  ¿no crees que es momento de simplemente dejarlo ir?, él tiene otros intereses.

ran tomó un trago de su copa sintiendo el ardor recorrer su garganta, hasta desparecer dejando paso al placer culposo que sentía cada que el alcohol entraba a su cuerpo. creía que así podía sobrellevar eso que en sus hombros llevaba.

―  hablemos mejor de como el gobierno supo dónde estaba. ―  sirviéndose más licor en su copa, ran cortó el tema dejando de lado el dolor inminente que estaba en todo su cuerpo. ―  quiero que averigües quién coños ha estado hablando mierda de nosotros en el FBI o DEA.

― no es normal que sepan que estabas aquí. ―  concordó rindō caminando hasta el sofá tomando asiento siendo acompañado por ran.― nadie sabe de esta casa. era la primera vez que traíamos a los de seguridad.

― debe haber algún sapo, rinrin. ―   soltó con desdén sentándose. ―  y necesitamos saber quién es.

―  y callarlo. ―  sentenció el menor de los haitani. ―  hablaré con souta. él tiene un conocido en la DEA. veamos quién se gana un viaje al paraíso.

la sonrisa sádica de rindō fue acompañada por la de ran, su tétrica y obscura aura se reflejó en su porte. las manchas de sangre en su ropa y rostro ayudaban con su imagen violenta.

ellos. ellos realmente se irían al infierno cuando murieran.

 ellos realmente se irían al infierno cuando murieran

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𝗹𝘆𝘂𝗱𝗶 𝗶𝗻𝘃𝗮𝗹𝗶𝗱𝘆 ︙ 𝗿𝗮𝗻𝗹𝗲𝘆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora