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Josh

No supe en qué momento terminé haciendo un trato con la loca de los carteles. Incluso ofreciéndole un trabajo. UN TRABAJO. 

Nos despedimos con ese  extraño saludo de manos y ella me gritó su nombre: Max. Incluso tenía nombre de perro y el tipo de nombre más común posible. Supuse que su nombre completo era Maxine, pero seguro le gustaba que le dijeran como a los perros, Max. 

Regresé a la oficina con el sentimiento de que acababa de hacer un trato con el mismísimo diablo. Pero no había forma de llegar a un acuerdo sin salir sangrando de ese lugar, esa chica estaba a dos segundos de crear un escándalo de proporciones épicas. No iba a suceder, al menos no en mi dirección. 

Para colmo, llegué tarde a la reunión. Eran las nueve y media de la mañana y pude ver el odio del corporativo. Di mi presentación en cinco minutos, nadie dijo nada y me salí. Sabía que era buena, solo no estaban contentos conmigo por aquel retraso. 

Preguntaron sobre el incidente de la entrada y logré hacerles creer que estaba solucionado. Aunque yo era el director ejecutivo de la empresa, seguía cumpliendo el papel para alguien más, los accionistas. Ellos eran los que decidían si algo funcionaba o no, si daban el dinero o no. Si incumplía con algunas de las normas, no importaba lo bueno que fuera en mi trabajo, ellos se encargarían de hacerme prescindible.

Kennedy se acercó a mi oficina con aire cauteloso, aunque noté en su mirada que estaba curioso por saber que había pasado en la mañana con aquella loca. Dejó una taza de café caliente en mi escritorio y me pareció el cambio perfecto para contarle. Empecé desde la parte en la que ella me llamó calvo, algo que aún no superaba.

—¿Acaso tengo el aspecto de alguien que se está quedando calvo, Kennedy?

Él abrió su boca y la cerró, como un pez fuera del agua tratando de respirar. ¿Era tan difícil responder esa pregunta?

—N-no… no señor, en lo absoluto —tartamudeó —. Usted siempre se ve perfecto.

Alcé una ceja, le había tomado mucho tiempo dar esa respuesta.

—Bien. Iré al grano, tuve que ofrecerle un trabajo para calmar las cosas. Le dije que durante ese tiempo encontraríamos las pruebas necesarias, aunque ya sé que ella está equivocada. Solo lo hice para callarla de momento.

—¿Cree que sea una buena idea traer a esa joven a la empresa?

—No, Kennedy, no pienso que sea una buena idea, pero no me dejó otra opción. Era eso o dejar que gritara a los cuatro vientos cosas falsas de la empresa. Iba a llamar a la prensa.

Kennedy asintió.

—Voy a necesitar que le busques un sitio para mañana, ya sabes actividades qué hacer, algo que la distraiga de su vendetta con nosotros.

Él volvió a asentir y comenzó a anotar cosas en tu ipad. Ya se encargaría de darle suficiente trabajo para distraerla estos primeros días, al menos en lo que encontraba una solución más rápida. Kennedy se fue a terminar sus actividades del día y yo me dediqué al trabajo.

Solo cuando me concentraba así, podía olvidar mis problemas. Y esta chica, Maxine, se había convertido en uno de ellos.



Para la tarde noche ya había regresado a casa y me sobró tiempo suficiente para salir a correr. Me gustaba mi rutina y todos los problemas del día me llevaron a distraerme, tomé el camino cerca de mi edificio que me llevaba a un pequeño parque. No había muchas personas porque ya había oscurecido, a excepción de una pareja de jóvenes jugando con un perro que se revolcaba en el suelo.

Hice una mueca al ver la cantidad de gérmenes que eso debía tener, ¿cómo podían ser tan irresponsables como para dejar que se revolcara en el suelo? 

Seguí mi camino de siempre y di varias vueltas al parque hasta que comencé a sentir de nuevo la sangre fluir en mi cuerpo. Me gustaba sentir algo de dolor al ejercitarme porque me hacía pensar que estaba haciendo las cosas bien. Mientras la música de mis earpods sonaba a todo volumen permitiéndome ignorar a las pocas personas que seguían en el lugar, no me fijé en nada más.

No era que fuera una persona ermitaña, solo no me gustaba tener que lidiar con situaciones incómodas y eso tendía a pasar cuando conocíamos a gente nueva. Por eso, en el momento en que casi choco con la pareja que llevaba al perro, me molesté.

Ellos venían caminando muy tranquilos justo en la zona donde se suponía que teníamos permitido correr. Las personas que no corrían tenían prohibido meterse ahí porque podían causar accidentes, pero estos idiotas no tuvieron la decencia de leer el cartel. No, llevaron a su perrito a cagarse en el caminito y ahora yo tenía que esquivarlos a ellos y a su caca.

Por suerte no me caí, uno de ellos me miró avergonzado.

Me quité mis earpods y los miré con el ceño fruncido.

—Esta zona es para correr —dije señalando el cartel.

Ellos se miraron algo confundidos, bueno, en realidad solo uno de ellos porque el otro estaba mirándome con aspecto desafiante. Llevaba su cabello tan despeinado que parecía que acababa de levantarse.

—No se preocupe su majestad, solo estábamos recogiendo a nuestro perro que vino corriendo para acá. Solo está jugando.

Su tono me dijo en mil idiomas que estaba molesto conmigo, lo cual no tenía lógica porque ellos se habían equivocado. Deberían disculparse conmigo, yo debería estar molesto por esto.

Señalé sus desechos en el suelo.

—Deberían entrenar mejor a su animal.

—¿Animal? —dijo ofendido el otro. El único que lucía avergonzado, porque el despeinado estaba mirándome con odio puro —. Son seres vivos valiosos, como tú y yo.

—Solo dije lo que es, un animal. Deberían aprender a controlarlo.

—Si, si y tú deberías aprender a respetar a los demás, niño pijo. Es solo un perro, no te hizo nada. Pero en fin, seguro alguien no pudo defecar correctamente el día de hoy y está buscando una excusa para odiar a cualquiera que se le cruce.

Escuché la risa de su compañero.

No supe en qué momento había generado su disgusto. Solo había dicho y señalado los hechos, ¿por qué me miraban como si acabara de patear al perro?

Estaba dispuesto a seguir con su pelea pero los dos jóvenes se voltearon y jalaron a su perro. Negué con la cabeza ante tal educación, ¿acaso tenía un imán para atraer locos?

Este día seguía causando sorpresas y no de las buenas.

La manifestación del amor | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora