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Max

Por las mañanas me dedicaba a ir al trabajo de oficina aburrido qué me había asignado Joshua y por las tardes dediqué mi tiempo a mis otros trabajos. Era miércoles y me tocaba asistir a la floristería a hacer encargos. 

Las flores eran lo único en este mundo que me confirmaba lo bello que podía ser la vida. ¿Cómo algo tan bello y colorido tenía el poder de dar varios significados para el ser humano? 

Había flores de todos los colores y tipos, desde lilas, rosas, blancas, rojas, azules. Todas con diferentes significados. Algunas con tintes de tristeza, despidiendo a un amigo. Otras con aires de esperanza. 

El amor resurgiendo de entre tantos colores. 

Preparé un ramo con rosas rojas para un novio que iba a llevarle el detalle a su chica. Me pidió escribir una nota romántica y pensé que todo iba perfecto hasta que me dijo:

—¿Podrías anotar eso mismo en dos tarjetas más?

Me detuve y lo miré. 

No podía ser cierto, seguro había escuchado mal. 

—¿Disculpa? —dije. 

—Que si puedes anotar eso en dos tarjetas más. 

—¿Por qué debería? Solo necesitas una tarjeta para TU única novia, ¿no es así? 

Frunció el ceño. 

—No es de tu incumbencia. 

Puse mis manos en la cintura y lo miré con odio, ¿cómo podía venir aquí y tener el descaro de hacerme cómplice en su infidelidad? 

Pensaba que el romance seguía vivo hasta que pidió eso. 

—No voy a apoyar la infidelidad, no lo hago.

—Es tu trabajo —escupió. 

—Mi trabajo es entregar flores. Las notas no, y menos si se trata de engañar a varias chicas. 

Eso pareció enojarlo porque agarró el ramo y lo lanzó contra el primer bote de basura que encontró. 

—Bien, no necesito de tus estúpidos servicios. 

Alcé mi mano sonriendo. 

—Y yo de clientes idiotas que les gusta engañar mujeres. ¡Ojalá se den cuenta del patán que eres! 

El tipo salió dando un portazo de la floristería. La verdad era muy triste encontrarse con este tipo de situaciones. Ojalá pudiera saber el nombre de esas chicas y avisarles que su novio era un infiel. 

Lástima. 

Quizá había perdido un cliente, pero no podía permitir eso. Recogí el bonito ramo de flores que había hecho de la bote de basura y lo arreglé con cuidado. 

—No es tu culpa no ser entregado, ese tipo era un patán. 

La campana de la puerta sonó y entró Alex que me vio agachada con el ramo. 

—¿Otra vez estás hablando con las flores? ¿Hay posibilidad de que no parezcas una esquizofrénica cada vez que entro aquí? 

A su lado estaba Oliver, el dueño de este local y mi otro jefe. Él me había contratado desde el momento en que vio nuestro departamento decorado con adornos florales qué yo había hecho. 

Había dicho que tenía talento y decidió dejarme a cargo por las tardes de su local, yo era muy feliz trabajando ahí. 

—Las flores escuchan de verdad, Alex —dije molesta. 

La manifestación del amor | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora