― Tomá― fue lo primero que dijo Blas después de entregarle dos tuppers llenos de comida a Matías. Usualmente eso era señal de que su padrastro estaba limpiando su departamento y que pasaría la mitad del día merodeando en el suyo.
― ¿Qué es? Uh. ¿Porotos blancos?― Matías levantó la tapa sin poder identificar la comida que estaba en el contenedor.
― Garbanzos. Cocina internacional. Se despertó inspirado― Blas le contestó mientras se acomodaba en el sofá.
Matías observó con atención la comida―. ¿Esto es salame?
―Chorizo― Blas respondió con desdén―. Quería usar sardinas pero le dije que el plato no necesitaba ser tan icónico.
―Mira vos― Matias puso los ojos en blanco.
―Está moviéndose por toda mi casa desde las cuatro de la mañana. Ahora va por la limpieza.
―Tu viejo debió cagarla muchísimo como para que haya cocinado a las cuatro de la mañana ― Matías sonrió por un momento. Si algo había aprendido de la familia Blas que la manera de expresar enojo y frustración de su padrastro es a través de la cocina y la limpieza compulsiva.
― Ah, estas vos acá― Blas parecía aliviado al notar la presencia de Esteban saliendo del pasillo, entonces dirigió su atención hacia Matías diciendo―. Podes arrastrar a Kuku a tu espiral de miseria y autocompasión por Enzo. Yo me voy a jugar play― ,y esto último lo dijo antes de desaparecer en el pasillo que conectaba la sala principal con los dormitorios.
― Hola, Esteban. ¿Qué tal andas? ¿Tanto tiempo? ¿Te cortaste el pelo? ¿Cómo anda la nena?―El hombre mayor dijo usando un tono divertido mientras se acomodaba en el sofá y estiraba la mano sobre un bol lleno de pochoclos salados.
― No le des mucha bola― Matías le pasó una lata fría de Coca-Cola―. Está enojado porque Jota vino a limpiar toda su mugre, y también porque no voy a cancelar el casamiento― suspiró. Esteban guardó silencio porque no pensaba muy distinto a Blas―. ¿Vos también crees que tengo que cancelar?―, y ante la mirada distante de su amigo añadió―. ¿Crees que Blas tiene la razón?
Esteban se cruzó de brazos y se tomó unos minutos antes de decir―. No le doy la razón a nadie, Matías. Pero, si lo estás pensando es por algo. Tipo, ¿Qué se yo? Cuando te casas no dudas. No tanto.
― ¿Vos qué harías en mi lugar? Sinceramente. Vos ya te casaste y sabes del tema.
Esteban bajó la mirada antes de responder en tono melancólico―. No creo que pueda darte un consejo en esa situación.
La realidad golpeó a Matías en ese momento―. Perdóname, boludo.
― Tranqui. No pasa nada.
― Muy desubicado de mi parte preguntarte. Fue sin mala intención. Tipo no me acordaba. Bueno, sí acuerdo de Luchi, siempre, vos sabes que yo la re quise. Era la hermana del pelotudo de Enzo. Pero, vos entendes lo que quiero decir, no fue con mala onda. Tipo estoy mal y no dejo de decir o hacer cagadas ¿entendes?― Matías no podía evitar sentirse culpable.
― No pasa nada, boludo―Esteban volvió a desdramatizar―. Lo de Luciana fue hace tiempo. Está todo bien. No tenes que sentirte mal por las cosas que decís. Yo sé que vos la re querías. Ella también te quiso muchísimo. Eras como su hermanito. Siempre me decía eso.
― ¿Cuántos ya?― Matías preguntó para romper el silencio incómodo que se había formado espontáneamente.
― Ocho casi nueve.
― Fuaaaa, el tiempo pasa volando― Matías todavía podía recordar con claridad la noche que Esteban le presentó a su novia―. Todavía me acuerdo lo mucho que me ayudó cuando nos mudamos a este departamento. Luchi siempre fue un amor con mis hermanos. Con ella aprendí hacer milprep y a organizar esta casa.