Nuestro Fin

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Supongo que el terrible paso de las eras, no ha logrado enseñarme a perderte.

Mientras observo cómo tu féretro es lanzado con una simple, pero bella ceremonia al vasto y frío espacio exterior, desde la ventana de la nave espacial en la que viajo a una galaxia lejana, te doy el último adiós.

Aunque esta existencia, fue inesperadamente larga y beneficiosa, logrando ser la científica que salvó a la humanidad cuando la Tierra fue destruida, y nos impulsaste a sobrevivir en el espacio, el tiempo siempre es demasiado corto, nada más que un parpadeo en mi tiempo eterno.

Veo tu pequeño féretro alejarse, hasta que lo pierdo de vista entre las estrellas. Me pregunto si estarás en una siguiente vida esperándome como siempre. Si seré capaz de volver a encontrarte fuera de nuestro planeta natal entre los pocos miles de sobrevivientes a bordo de la nave. O tal vez, ese vínculo que nos ató por tanto tiempo, finalmente se ha roto al alejarnos de la Tierra, y estaré destinado a vagar por el universo eternamente en esa soledad que me significa estar sin tí.

Trago el doloroso nudo en la garganta, evitando que las lágrimas delaten mi emoción, pues aún tengo mucho que hacer por terminar tu misión, y no puedo mostrar debilidad en estas horas inciertas para la frágil existencia de la humanidad.

Sin embargo, cuando pasan las horas, y los días, contados en tiempo terrestre que ya no significan nada, el dolor disminuye, pero el vacío persiste. Pasan años, décadas y siglos sin signos de que vayas a volver a la existencia. Te anhelo con toda mi alma, pero los signos que tan claramente mostraban tu presencia en este mundo, no han vuelto a manifestarse.

Ya pierdo la esperanza, y la sugerencia de lanzarme a alguna fulgurante estrella, que destruya cada célula de mi cuerpo, para al fin terminar con mi miseria, se vuelve una posibilidad cada vez más atractiva.

Finalmente, presa de la desesperación, dejo al mando de la nave a uno de nuestros tataranietos, y salgo al espacio en una nave de exportación. Me dirijo a la estrella más cercana para ese momento. Una estrella binaria, con una enorme gigante azul consumiendo a su compañera, una enana blanca.

Me despedo de esta triste existencia, con la mano en el propulsor, que me dirigirá en cuestión de segundos por los centenares de años luz que me separaban de mi muerte, que tal vez me permita reencontrarme contigo del otro lado.

Cuando repentinamente, la estrella frente a mí, explota.

Se ha convertido en uno de los espectáculos más impresionantes e impredecibles de la naturaleza del universo. Una supernova.

Los sistemas automáticos de la nave toman el control y me alejan del desastre cósmico. Pero, aunque la nave me ha salvado de la monumental explosión inicial, algo me jala aún más lejos y rápido, salvando a la nave y a mí de la radiación.

Es una nave extraterrestre.

Justo antes de ser abducido por esa nueva forma de vida inteligente, que también ha salvado la nave en la que viaja el resto de la humanidad, observo a lo lejos la curiosa forma que ha adquirido la supernova. Comienza a crear una figura alargarda, similar a una flecha.  Me parece que apunta con una curiosa claridad a esa extraña nave extraterreste,  y con una sonrisa en el rostro y el corazón palpitándome con fuerza en el pecho, me doy cuenta de que es la señal de que has aparecido una vez más en este universo.

Cuando fuiste un HombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora