quince

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—Madre mía, tía, que fuerte —exclamó Eva mientras nos tomábamos una cerveza en un bar cerca de su casa.

—Es que me cago viva, te lo juro —dijo Mailen a su vez, abanicándose la cara.

—¿Eso significa que vas a trabajar con el pibonazo de Úrsula Corberó? Porque me puedo morir aquí mismo.

—Tenemos la misma repre. No significa que vayamos a vernos todos los días.

Casi tres semanas después de habernos reunido con Laia la primera vez en Madrid, mi padre y yo viajamos un par de días a Barcelona para firmar todos los papeles y finalizar mi nuevo contrato con mi nueva representante. Ya era oficial. Ya era una actriz de pleno derecho. Laia me dijo que iba a esperar por lo menos a que terminásemos la grabación con Bayona antes de ponerse a buscarme más trabajo, pero que ya había empezado a mover mi nombre y material de casting por ahí. Iba a necesitar hacerme varias sesiones de fotos y grabarme un videobook y algunas demos de habilidades para poder enviar a directores de castings y productoras. La verdad es que yo no sabía si tenía alguna habilidad de las que sacar demos, pero bueno.

—Es más, no creo que me la cruce demasiado —seguí diciendo respecto a Úrsula Corberó—. Ha empezado a trabajar en Hollywood. Puede que dentro de poco se pille allí algún repre nuevo. Quien sabe.

—Tía, pero que esto es muy fuerte —siguió diciendo Eva. No pude evitar sonreír porque tenía razón. Era muy fuerte.

—Ya lo sé, todavía estoy asimilándolo todo.

—No te olvides de nosotras ahora que te vas a hacer famosa —dijo Irati.

—Bueno, eso no está asegurado. Igual no le gusto a nadie más y esta es mi única peli.

—Vete a la mierda, hombre —se quejó Maialen—. No vayas de niña sin talento, hazme el favor. Si estás donde estás es por algo.

—Solo espero que cuando empieces a ganar premios recuerdes que todo esto es por mí —dijo Eva, señalándome con el botellín de cerveza—. Por mí y por mi brillante idea de obligarte a hacer un casting super misterioso que salió durante la cuarentena. De nada. Espero que me devuelvas el favor recomendándome como maquilladora en futuros trabajos.

—Ya le he pasado tu contacto a Bayona —dije, con una sonrisa.

—¡Te quiero, tía! —exclamó, estirándose en la silla para abrazarme.

—Ya te veo en los Oscar, recogiendo tu estatuilla a mejor actriz del año, diciendo: Y, por último, pero no menos importante, quiero dedicar este premio a Eva María Okina, mi amiga del alma y maquilladora profesional, por favor apuntad su número de contacto 65889...

Todas nos echamos a reír mientras el atardecer nos acompañaba en esa maravillosa tarde de verano.

—Pero, en serio, tía. Tu madre estaría tan orgullosa de ti.

Irati me cogió de la mano con cariño, el resto de nuestras amigas asintieron de acuerdo.

—Sí, ¿verdad? —pregunté, emocionándome un poco.

—Muchísimo. Seguro que te está enviando toda su energía positiva para que las cosas te sigan yendo tan bien.

Me sequé un par de lágrimas de los ojos.

—Irati, tía, que me vas a hacer llorar.

—No, nada de eso —negó Maialen, estirándose para buscar a algún camarero—. Vamos a pedir un chupito.

—Pero si son las ocho menos cuarto de la tarde, puta enferma —se rio Eva.

—¿Y qué? Estamos de celebración. Nuestra amiga es una futura actriz famosa que está haciendo un peliculón con el puto Juan Antonio Bayona. Nos vamos a tomar un chupito, coño.

hielo y sal | enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora