diceiséis

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Septiembre, 2022

—¡Cuidado, loco!

—¡Shh! Callá la boca, Juani. La vas a despertar.

Me removí en la cama, tapada de pies a cabeza con las sábanas blancas. Gruñí, porque efectivamente, me habían despertado.

—¿Qué hacéis? —pregunté, con la voz ronca.

—Nada. Seguí durmiendo —susurró Fran.

—Tarde.

Fui a quitarme las sábanas de la cabeza, pero unas manos me lo impidieron, dejándome enterrada bajo la almohada.

—¿Qué pasa?

—Seguí durmiendo —repitió Fran.

—Fran, que ya estoy despierta. Puedes dejar de susurrar —di un par de golpes, intentando salir de la cama—. ¿Podéis quitaros de encima mío?

—¿Qué decís? —preguntó Agus. Noté su peso sobre mi cuerpo. Se me había sentado encima.

—¡Agustín, que me aplastas!

—No escucho.

—Pero ¿¡qué hacéis, degenerados!?

—Esperá, esperá —decía Enzo.

—¿Qué está pasando?

—Uno... dos... y, ¡tres!

Dejé de sentir el peso de Agustín sobre mí, y la almohada y la sábana salieron volando. Me senté, totalmente despeinada, encontrándome de frente con una tarta en forma de corazón llena de velas sujetada por un muy sonriente Enzo.

—¡Feliz cumpleaños! —gritaron todos a la vez.

Sonreí, observando la escena.

—Sois unos tontos —me reí, poniéndome de rodillas para ver mejor la tarta—. ¡No os estoy creyendo!

En la tapa del corazón había una imagen impresa en azúcar de Kate Hudson y Matthew McConaughey en la película "Cómo perder a un chico en diez días". Era mi comedia romántica favorita de todos los tiempos.

—¿Quién os lo ha dicho? —pregunté, muerta de la risa.

—Nos lo tiró un pajarito —dijo Mati.

—Bueno, tres —añadió Esteban, mostrándome su teléfono.

—¡Feliz cumpleaños, zorra! —gritaron mis amigas a través de la pantalla.

—¡Qué callado os lo teníais!

—Anda, no. Enzo nos llamó hace como una semana, antes de que volvieras a Uruguay —dijo Eva, encantada de la vida.

Miré a Enzo, quien aún sostenía la tarta.

—¿Si, eh?

Me guiñó un ojo y me acercó un poco el pastel.

—Soplá las velas y pedí un deseo.

—¡Espera, espera! ¡Hay que cantarle el cumpleaños feliz! —gritó Irati—. ¿Os lo habéis aprendido en euskera, no?

—Si hombre —dije, sin creerme nada.

—Se intentó —dijo Esteban.

—Pues venga. Una, dos y ¡tres!

Todos empezaron a cantar el "Zorionak zuri", pero después de las dos primeras palabras, la mayoría empezaron a inventárselo. Escuchaba algún "sona suti", "sorona peti" y cosas por el estilo. Pero a mí me encantaba oírles intentarlo.

hielo y sal | enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora